Editorial:

Chirac, a la defensiva

Los variados escándalos sobre la financiación de los partidos políticos franceses que espesan el ambiente en el país vecino se acercan cada día más peligrosamente a la persona de Jacques Chirac. Su intervención televisada el jueves por la noche -en una entrevista destinada inicialmente a resaltar el papel del semestre galo al frente de la UE-, en la que proclamó su inocencia y su condición de víctima propiciatoria, convenció sólo a los que querían ser convencidos de que el actual presidente desconocía la trama de corrupción sobre el eje de París durante los años ochenta y comienzos de los nove...

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Los variados escándalos sobre la financiación de los partidos políticos franceses que espesan el ambiente en el país vecino se acercan cada día más peligrosamente a la persona de Jacques Chirac. Su intervención televisada el jueves por la noche -en una entrevista destinada inicialmente a resaltar el papel del semestre galo al frente de la UE-, en la que proclamó su inocencia y su condición de víctima propiciatoria, convenció sólo a los que querían ser convencidos de que el actual presidente desconocía la trama de corrupción sobre el eje de París durante los años ochenta y comienzos de los noventa.Chirac fue todopoderoso alcalde de la capital francesa entre 1977 y 1995. Incluso, obviando los testimonios que desde sus propias filas le implican directamente, pocos ciudadanos parecen dispuestos a creerse que se mantuviera en el limbo mientras crecía una madeja delictiva de empleos ficticios a expensas de los contribuyentes y de donaciones de adjudicatarios de obras públicas que beneficiaban sobre todo a su propio partido, Reagrupamiento por la República; aunque también a los socialistas de Lionel Jospin y a alguna formación menor. Los partidos se embolsaron en "comisiones" alrededor de 16.000 millones de pesetas entre 1989 y 1996.

El desenredo de la trama está hace tiempo en manos de los jueces, que en las últimas semanas han continuado arrestando a figuras políticas cada vez más cercanas al presidente galo. Por si acaso, Chirac ha dejado claro en su contraataque ante los televidentes franceses que su condición de jefe del Estado y árbitro supremo le veda incluso como testigo en los varios casos investigados por la magistratura en los que aparece su nombre. Esta amplia interpretación de la inviolabilidad presidencial se basa en un controvertido dictamen del Consejo Constitucional, que el año pasado estableció que un presidente francés goza de completa inmunidad mientras permanece en ejercicio.

Pero una cosa es la intangibilidad legal del gaullista Chirac y otra muy distinta el reflejo que los escándalos de corrupción puedan tener en los votantes. Voces de ámbitos diferentes señalan estos días que la confianza de los electores en sus dirigentes está tocando fondo, y alertan sobre un horizonte de grave crisis política y moral en Francia. En este sentido, si no se distancia rápida y convincentemente de las pesquisas judiciales en marcha, Chirac se la juega en sus aspiraciones de repetir mandato con las elecciones presidenciales del 2002, cuando previsiblemente se confrontará con su primer ministro, el socialista Lionel Jospin.

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