Tribuna:

Punto negro

El Ayuntamiento de Valencia va a tener que idear algo para reducir el gasto, sin duda elevado, que genera la reparación de los desperfectos que se producen en la puerta principal de los Viveros, junto a la avenida de Blasco Ibáñez, como consecuencia de los numerosos accidentes de tráfico que allí se registran. No hay fin de semana sin accidente; no pasa una noche de sábado sin que la puerta del principal parque de la ciudad sufra algún deterioro. Ahora mismo se pueden observar allí los efectos de varios siniestros. El último, cómo no, tuvo lugar en la madrugada del domingo. De forma incomprens...

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El Ayuntamiento de Valencia va a tener que idear algo para reducir el gasto, sin duda elevado, que genera la reparación de los desperfectos que se producen en la puerta principal de los Viveros, junto a la avenida de Blasco Ibáñez, como consecuencia de los numerosos accidentes de tráfico que allí se registran. No hay fin de semana sin accidente; no pasa una noche de sábado sin que la puerta del principal parque de la ciudad sufra algún deterioro. Ahora mismo se pueden observar allí los efectos de varios siniestros. El último, cómo no, tuvo lugar en la madrugada del domingo. De forma incomprensible, y a pesar de que ese punto negro se ha cobrado varios muertos -no son más porque la gente no suele pasear por la acera de Viveros a las horas en que se producen los accidentes-, aparte de numerosos daños materiales, el Ayuntamiento no se ha decidido a buscar una solución definitiva. Se limita a reparar las rejas de la puerta, a reconstruir sus pilares, a colocar vallas, incluso grandes pilastras de piedra. Hay una brigada de reparaciones dedicada casi en exclusiva a esos trabajos. Nada sirve, son todo parches que acaban por tierra al sábado siguiente. Y todo por un giro de noventa grados a la izquierda. Lo que pasa es que la fatídica curva se encuentra al final de la avenida de Blasco Ibáñez y que los coches que llegan hasta allí, sobre todo cuando hay poco tráfico, como sucede de madrugada, pueden alcanzar velocidades inverosímiles. Si se pasa en ámbar el semáforo de la avenida de Cataluña, por ejemplo, es fácil llegar a la puerta de los Viveros con todos los demás discos en verde y superar fácilmente los 100 kilómetros por hora al final de esa recta de casi mil metros, con el inconveniente de que, una vez allí, hay que negociar ese giro. Está claro que es necesario tomar medidas para impedir que se puedan alcanzar velocidades tan altas. El Ayuntamiento parece no verlo así, prefiere una brigada de reparación dedicada full time a la puerta de Viveros. Una opción cara. Sería más económico colocar una gran pantalla metálica paralela a la valla, para que todos aquellos que lo deseen se estampen contra ella sin causar más desperfectos que los propios. Estéticamente no quedaría bien, pero a la larga sería más barato.

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