Siempre nos quedará la familia

Los candidatos a la Casa Blanca recurren a la popularidad de su clan para captar el voto de los indecisos

ENVIADO ESPECIALLos cuarteles generales demócrata y republicano lanzaron ayer a sus huestes a lo largo y ancho del país en un intento desesperado de afianzar el voto de los fieles, incomprensiblemente aún no asegurado, y de ganar a los indecisos a la causa.

Sindicalistas, con el presidente de la poderosa AFL-CIO, John Sweeny, al frente, organizaciones feministas y proabortistas y el mundo de Hollywood, con Bo Derek a la cabeza, se movilizaban en los Estados clave para contrar...

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Los candidatos a la Casa Blanca recurren a la popularidad de su clan para captar el voto de los indecisos

ENVIADO ESPECIALLos cuarteles generales demócrata y republicano lanzaron ayer a sus huestes a lo largo y ancho del país en un intento desesperado de afianzar el voto de los fieles, incomprensiblemente aún no asegurado, y de ganar a los indecisos a la causa.

Sindicalistas, con el presidente de la poderosa AFL-CIO, John Sweeny, al frente, organizaciones feministas y proabortistas y el mundo de Hollywood, con Bo Derek a la cabeza, se movilizaban en los Estados clave para contrarrestar la ligera ventaja de George W. Bush en las encuestas.

Mientras, el candidato republicano desplegaba la imponente maquinaria del partido, que enviará 110 millones de cartas y realizará 62 millones de llamadas telefónicas en la recta final de la campaña en un intento de apuntalar su ventaja, además de pasear por los mítines a los republicanos con más gancho entre el electorado como el general negro Colin Powell y el ex aspirante a la nominación republicana, John McCain. Pero, por si la estrategia falla, a los candidatos todavía les queda la familia. Y los dos la usan al cien por cien, sobre todo en los Estados indecisos.

Ejemplos se encuentran a diario. El pasado domingo, en el Estado clave de Michigan, sede de la industria automovilística del país y todavía indeciso a pesar del alto índice de sindicación de su población trabajadora, Tipper Gore no sólo apareció al lado de su marido, sino que se sintió obligada a participar en el mitin para defender su candidatura. En una admisión implícita de la dificultad de Gore para entusiasmar al electorado, Tipper afirmó que no era necesario "enamorarse de Al Gore" para votarle. "Para eso estoy yo", dijo. "Lo que tenéis que hacer en una elección presidencial es juzgar la experiencia [de los candidatos], que es lo realmente importante".

Ese mismo día, Barbara Bush, ex primera dama con Bush padre y la abuela más popular de EE UU, hacía campaña a favor de su hijo, el aspirante republicano, George W., en Kansas City y Chicago con un mensaje subliminal sobre la importancia de los valores éticos en la Presidencia. Si votáis a mi hijo tendréis "un presidente decente y honesto", afirmó Barbara.

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Y del frío Medio Oeste a la soleada Florida, otro Estado teóricamente seguro para los republicanos que en las últimas semanas vacila en su apoyo a Bush, a pesar de estar gobernado por su hermano Jebb. Los codiciados 25 votos electorales de la última posesión española en territorio continental estadounidense -Florida fue vendida a EE UU por España por cinco millones de dólares en 1819- bien valen un desembarco de la familia Bush en pleno en el Sunshine State o Estado soleado.

Por primera vez desde la nominación de su hijo en Filadelfia el pasado verano, el ex presidente Bush se ha lanzado al ruedo electoral para hacer campaña a favor de su hijo en Florida, concretamente en el norte del Estado, donde reside una gran número de militares jubilados, en principio receptivos a las promesas republicanas de aumentar el presupuesto de defensa. El matrimonio tiene previsto participar hoy en un mitin en Orlando.

Por su parte, el presidente Bill Clinton -el gran ausente de la campaña por decisión de Gore- tenía previsto abandonar ayer su Jaula Oval y hacer campaña en California a favor de la candidatura demócrata, aunque sin aparecer junto a su vicepresidente. Gore sigue atrapado en su solemne promesa a la Convención demócrata de Los Ángeles: Voy a "ser mi propio hombre y ganar la Presidencia por mis propios méritos". Loable promesa que le puede costar la Casa Blanca si sigue empeñado en mantener enjaulado a su jefe.

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