Cartas al director

Fraude masivo

Era lunes 23 de octubre y, como cada mañana, iba leyendo EL PAÍS en el autobús. El día anterior habían asesinado a Máximo Casado, y al pie de la noticia que daba cuenta del suceso, en negrita, se avisaba de que había nueve páginas más de información sobre el tema y un editorial. Fui directamente a la página 14, la del editorial, y me sorprendí buscando aquel que aludía a ETA. Los títulos eran tres: Responder con la ley, En vía muerta y Fraudes masivos. Los tres podían referirse al suceso: al de ese lunes y a los de este verano, a cualquiera. Sólo uno hablaba de Máximo Casado, per...

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Era lunes 23 de octubre y, como cada mañana, iba leyendo EL PAÍS en el autobús. El día anterior habían asesinado a Máximo Casado, y al pie de la noticia que daba cuenta del suceso, en negrita, se avisaba de que había nueve páginas más de información sobre el tema y un editorial. Fui directamente a la página 14, la del editorial, y me sorprendí buscando aquel que aludía a ETA. Los títulos eran tres: Responder con la ley, En vía muerta y Fraudes masivos. Los tres podían referirse al suceso: al de ese lunes y a los de este verano, a cualquiera. Sólo uno hablaba de Máximo Casado, pero ni siquiera éste hablaba de él. Se decía que había que responder a la violencia con la ley. Y así, sobre el papel, yo también estoy de acuerdo. El segundo, En vía muerta, hablaba sobre Oriente Medio. Podría hablar también sobre nosotros. Cada vez que leo el periódico o veo la televisión creo que estamos en una vía más muerta y, desde luego, más llena de muertos. El tercero tenía que ver con la gasolina.Nací a la vez que la democracia española y oigo esa palabra muchas veces al día. Ya no me resulta tan bonita si la democracia es esta maquinaria tan lenta, este ruido de declaraciones y entierros y pancartas. Esta democracia del año 2000 está llena de muertos y de buenísimas intenciones, pero la maquinaria avanza y todo sigue igual. Y eso también es un fraude masivo.

Yo me siento defraudada y espectadora, y estoy tan harta de los que se empeñan en ser protagonistas de la crónica negra de este país como de los que han asumido el cómodo y rutinario papel de comparsas.- Isabel Olivares Ripoll. Madrid.

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