Tribuna:

Error sonante

E. CERDÁN TATOPues, la verdad, no comparto, ni respeto, ni acato la sentencia que han dictado sus señorías de la Audiencia de Madrid. No tengo por qué involucrarme moralmente en una pifia, ni como ciudadano, ni como clemente observador de esta epidemia de calamidades que sufrimos, con mayor o menor resignación, que allá cada quien. Son sus señorías las que tienen que pechar con sus conciencias, que se les suponen, con sus responsabilidades, que también se les suponen, y con su profesionalidad que se les ve, y cómo. Creo que Montesquieu ya le endilgó una buena somanta a la justicia, adjudicándo...

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E. CERDÁN TATOPues, la verdad, no comparto, ni respeto, ni acato la sentencia que han dictado sus señorías de la Audiencia de Madrid. No tengo por qué involucrarme moralmente en una pifia, ni como ciudadano, ni como clemente observador de esta epidemia de calamidades que sufrimos, con mayor o menor resignación, que allá cada quien. Son sus señorías las que tienen que pechar con sus conciencias, que se les suponen, con sus responsabilidades, que también se les suponen, y con su profesionalidad que se les ve, y cómo. Creo que Montesquieu ya le endilgó una buena somanta a la justicia, adjudicándole un poder de tercera y, aquí, por oposición además. A los que legislan los saca la soberanía popular, con su voto; a los que ejecutan los sacan los de su cuerda; y a los que juzgan, el cátedro, y se colocan con su papelina de calificaciones, que cada uno le pega a su drogatería. Y aquí paz y allí un revés que te deja en Alcalá-Meco, sin necesidad de pasar por las urnas; y, mire usted, ni una tos, que a la corporación eso le sienta fatal, y hasta te desalojan.

Uno no desea una justicia ni ciega, ni tuerta, pero aún menos confusa. Y la sentencia que condenó a la Tany, por lo que dicen los diarios, es un relato plagado de dudas: ni se precisan las causas, ni se sabe cómo se produjeron los hechos. Claro que, en definitiva, ¿qué es lo que tenía que defender la Tany, si sólo era "mujer, gitana y pobre"? Cuánta pretensión. Y encima, lo de la parafina, es decir, la leche. Porque la parafina además del chivatazo, da cirios penitenciales. En fin, que todas esas deficiencias, no han sido suficientes ni para alentar una sola duda razonable. Y luego viene lo de las interpretaciones: cada juez interpreta la ley, según su sabiduría y su gastritis. Pero, ¿por qué los legisladores no se las dan ya bien masticadas? Quizá se evitaran hernias y despropósitos. Estilísticamente, lo más deslumbrante, aunque no original, de la pieza forense ha sido lo del disparo a "cañón tocante". Claro que el pueblo está dispuesto a enmendarle la plana al tribunal. Si hubiera indulto, el episodio se quedaría en "error sonante". Así nos va el pelo.

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