Vecindarios movilizados

El menudeo de la droga y la prostitución se han asentado en no pocos parajes urbanos de Valencia, como en otros municipios populosos. El vecindario, impotente, se resigna. Hasta que se le hinchan las narices, dicho sea eufemísticamente. Y ocurre con las gentes de la Avenida del Puerto y los poblados marítimos que se han lanzado a la calle para denunciar el problema. Un problema que no tiene fácil solución porque da la impresión de escapar al control de las autoridades, que incluso se resisten a incidir en ciertas calles ocupadas por la delincuencia, calles impunes, territorios comanches con pa...

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El menudeo de la droga y la prostitución se han asentado en no pocos parajes urbanos de Valencia, como en otros municipios populosos. El vecindario, impotente, se resigna. Hasta que se le hinchan las narices, dicho sea eufemísticamente. Y ocurre con las gentes de la Avenida del Puerto y los poblados marítimos que se han lanzado a la calle para denunciar el problema. Un problema que no tiene fácil solución porque da la impresión de escapar al control de las autoridades, que incluso se resisten a incidir en ciertas calles ocupadas por la delincuencia, calles impunes, territorios comanches con patente de corso. No es raro, pues, que el personal se desespere ante la degradación de su entorno y se arriesgue a ejercer de justiciero. Y si penosa es la necesidad de que los ciudadanos se conviertan en gendarmes, peor es la sospecha de que el deterioro tiene los visos de estar amparado o tolerado. La delegada del Gobierno debiera demostrar que no es así.

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