Tribuna:

Magia política

Ya sabemos que los debates sobre política general no son muy útiles para conocer el estado real de la sociedad en cuestión. Estos debates son más eficaces para detectar el estado general de los políticos. Todos los años por estos días, los valencianos tomamos el pulso al gobierno y a la oposición, principalmente al presidente Zaplana, porque los socialistas estaban demasiado hipotensos para actuar de oposición. Este año ha sido distinto y el debate presentó características nuevas y algunas coincidencias misteriosas, casi mágicas.Para empezar existe cierta unanimidad en los comentarios de prens...

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Ya sabemos que los debates sobre política general no son muy útiles para conocer el estado real de la sociedad en cuestión. Estos debates son más eficaces para detectar el estado general de los políticos. Todos los años por estos días, los valencianos tomamos el pulso al gobierno y a la oposición, principalmente al presidente Zaplana, porque los socialistas estaban demasiado hipotensos para actuar de oposición. Este año ha sido distinto y el debate presentó características nuevas y algunas coincidencias misteriosas, casi mágicas.Para empezar existe cierta unanimidad en los comentarios de prensa. En otras ocasiones, cualquier coincidencia en la valoración era fruto de la casualidad. Ahora también existen matices, como es lógico, pero estamos de acuerdo en que formalmente fue un debate aburrido aunque con futuro. Zaplana prolongó su estilo y dominó la escena, continuó con la imagen del antes y el después, algo así como el plan de belleza en cuatro días, y algunas novedades retóricas que merece la pena comentar en otra ocasión. Puig tiene un ritmo cansino y un contenido bastante sugestivo, queda mejor leído que escuchado. De momento, todo está en su sitio y ahora toca esperar.

También hay que tener en cuenta que los principales oradores no piensan verse las caras en las próximas elecciones o, al menos, esa es la opinión general. Y eso relaja mucho la tensión, porque se debate con un tercero en discordia y no con el adversario electoral.

Pero nada de todo esto explica que populares y socialistas coincidieran en fundamentar el discurso y la polémica en valores abstractos, mientras que discutían menos por actuaciones concretas. La magia del debate giraba alrededor de términos como sinceridad, lealtad, diálogo, inspiración, convergencia, serenidad, impulso, alianza, solidaridad, compromiso y algunas otras virtudes complementarias. Se parecían más a los viejos alquimistas en busca de la materia primordial, que a unos políticos defendiendo modelos sociales contrapuestos.

Y eso no es malo, porque alguna cosa primordial necesitaríamos para enfrentarnos a los tiempos que corren. Pero es una actitud extraña en los políticos racionales de este siglo. La alquimia surge frente a fuerzas mágicas e incomprensibles. Y ese es mi temor, que defiendan por encima de todo la educación, pero sin que sepamos ya qué es lo que hay que enseñar, ni a quién ni cómo. También la salud, pero los nuevos tratamientos, tecnologías y cuidados cambian por días, haciendo casi imposible cualquier planificación con futuro. Defienden la empresa, grande, mediana y pequeña, pero el comercio electrónico puede transformarlo todo. Impulsan, casi con desesperación, nuestras lenguas y nuestras academias, al mismo tiempo que valoramos y exigimos la mezcla y combinación de culturas.

En este debate, la voz socialista propuso ampliar los límites estrechos de los problemas planteados por el gobierno Zaplana. Y el gobierno tendrá que hacerlo o resignarse a quedar atrás. Pero, de momento, la política general se limitó a la magia de los valores y no resolvió el ser o no ser que algunos comentaristas exigen al nuevo secretario general de los socialistas valencianos.

jseoane@attica.es

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