Tribuna:

Waltz

Se trata de girar. No en torno a sí mismo, como los derviches. Sino en torno a un rostro. Hágalo y verá cómo lo que le rodea va disipándose y sólo queda ante usted una sonrisa, la de ella, la de él... la suya. Porque también usted será una sonrisa, aunque no sea consciente de ello. Puro bienestar, no mucho más, pero un auténtico triunfo sobre la muerte. Porque valseando se gira para olvidar el propio giro, esa metáfora del tiempo que corre y pasa, y en ese olvido se apresa la felicidad, que siempre es eterna, aunque dure un momento. Valsear significa romper el reloj e instaurar la alegría.No l...

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Se trata de girar. No en torno a sí mismo, como los derviches. Sino en torno a un rostro. Hágalo y verá cómo lo que le rodea va disipándose y sólo queda ante usted una sonrisa, la de ella, la de él... la suya. Porque también usted será una sonrisa, aunque no sea consciente de ello. Puro bienestar, no mucho más, pero un auténtico triunfo sobre la muerte. Porque valseando se gira para olvidar el propio giro, esa metáfora del tiempo que corre y pasa, y en ese olvido se apresa la felicidad, que siempre es eterna, aunque dure un momento. Valsear significa romper el reloj e instaurar la alegría.No les voy a insistir en que conozco a José Ramón Recalde, porque es obvio. Tampoco les voy a contar sus méritos, prestaciones ni servicios a la patria. Supongo que los conocen ya. Pero si les voy a revelar un detalle que a mí me sorprendió vivamente hace unos años. Hablábamos de literatura, y nos confesó que le gustaba más leer ensayo que novela. Alguien mencionó entonces El Danubio de Claudio Magris y José Ramón se nos soltó entonces con la Canción III de Garcilaso -Danubio, río divino / que por fieras naciones- y nos confesó haberle escrito a Magris recordándole ese poema. Y aún me resultó más sorprendente su revelación de que le gustaban los místicos alemanes: Eckhart, Ruysbroeck... Hombre, pues, de amplio espectro. Y un hombre que ha mostrado un gran temple en un momento crucial, en el que debió de pensar que la vida se le escapaba. Pero se aferró a ella con una lucidez extraordinaria.

El mismo temple que mostró María Teresa, su mujer. ¿Qué les puedo contar de ella si es una de mis musas? Conozco su gesto de preocupación, que es la breve alternativa a su sonrisa permanente, y me imagino lo que tuvo que encerrar en ese momento ese gesto, porque sé lo que significa Ramón para ella. Sospecho también que, además de la sacudida que debió afectar a sus sentimientos, hubo de sentir el agravio contra unas vidas, la suya y la de su marido, dedicadas activamente al compromiso con su país. Si en ese momento terrible sus vidas se les presentaron en una rápida secuencia, tuvieron que concluir que tenían razón sobre la índole de quienes habían pretendido destruírselas. Y es que un acto así no deja resquicio a ninguna duda sobre la catadura de los asesinos. No me refiero a su catadura moral, evidente hace ya tiempo, sino a su catadura ideológica.

Si pretendiera asignar al atentado contra José Ramón un significado especial, una diferencia cualitativa respecto a los demás asesinatos cometidos por ETA, sospecho que estaría cayendo en una impostura que tampoco sería del agrado de la víctima. Supongo que es igualmente inútil pretender establecer una causa, un porqué que pudiera explicar ese atentado. Los porqué siempre acaban por conformar una explicación estratégica más o menos interesada, vengan de donde vengan, y ya dije en una ocasión que la caída en los porqué suponía, de hecho, caer en la trampa. Por lo tanto, ni salto cualitativo ni porqué. Pero cuando sedicentes izquierdistas que pretender profundizar en la democracia, en una supuesta democracia vasca, se dedican a atentar contra auténticos emblemas de la lucha democrática en este país, algo huele a podrido, si no en Dinamarca, sí en Euskal Herria. Pretender que esos señores son recuperables para la democracia, y supeditar la política de este país a ese fin, no sólo equivale a pedir peras al olmo, sino un atentado contra la propia democracia. Ese conglomerado de fanatismo y odio sólo podrá ser recuperable para la vida democrática el día que se disgregue en mil pedazos. Mientras siga siendo un bloque compacto bien alimentado, jamás.

Me imagino que estas mías serán reflexiones que la generosidad de víctimas de Ramón y Maria Teresa hará menos contundentes y más matizadas. Y sospecho también que en estos momentos estarán tal vez fuera de lugar, ya que lo prioritario para ellos será celebrar la vida. Yo los veo bailando, bien agarrados y girando en torno a sus respectivos rostros, bailando un vals. El Waltz 2 de Shostakovich, ese y no otro. Y les deseo que cuando, para seguir con Garcilaso, la vida les renueve "en la memoria / la herida mortal d´aguda punta", escuchen ese vals en lugar del recuerdo. Y bailen. Para celebrar la vida. La suya, sí, y la de todos.

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