Tribuna:TRIBUNA LIBRE

Más libros, más libres

"El libro es un instrumento de conocimiento insustituible". Así lo define Eduardo Mendoza, quien, a mi parecer, ha escrito algunos libros imprescindibles. Esta proclama que algunos suscribimos está cargada de contenido, porque no sólo es una defensa trascendente de la cultura como conocimiento -que no es poco en los tiempos que corren-, sino que, además, coloca el libro en un lugar solar en la aspiración humana de erradicar la ignorancia. Señala que, dadas las circunstancias históricas en las que estamos inmersos, con la galopante revolución civilizadora que comporta la vida virtual, los libro...

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"El libro es un instrumento de conocimiento insustituible". Así lo define Eduardo Mendoza, quien, a mi parecer, ha escrito algunos libros imprescindibles. Esta proclama que algunos suscribimos está cargada de contenido, porque no sólo es una defensa trascendente de la cultura como conocimiento -que no es poco en los tiempos que corren-, sino que, además, coloca el libro en un lugar solar en la aspiración humana de erradicar la ignorancia. Señala que, dadas las circunstancias históricas en las que estamos inmersos, con la galopante revolución civilizadora que comporta la vida virtual, los libros serán compatibles por mucho tiempo con otras formas de expresión, comunicación y definición de todos los mundos, cada vez más complejos, que este mundo contiene.Visto así, el libro se convierte en un objeto cultural y, por tanto, en un bien público -sobre todos los buenos libros- que no puede recibir el trato propio de una simple mercancía en el oleaje del mercado. Los libros nos ofrecen salud intelectual y espiritual. A través de ellos podemos calibrar el verdadero desarrollo cultural de una sociedad. En el ámbito de la cultura pública, su vertiente fundamental no es la dineraria, sino la que nos permite aumentar el calado de las actitudes reflexivas y críticas de una ciudadanía responsable. Además, y sobre todo, son un instrumento que proporciona una inmensa felicidad a quienes escribiéndolos se expresan y crean, y a quienes leyéndolos aprenden y disfrutan.

Ahora, el Ministerio de Economía parece haber levantado la veda y amenaza con hacer desaparecer el precio fijo de los libros -los descuentos ya son libres en los libros de texto-. La medida, temida por el sector andaluz y por la Consejería de Cultura desde hace cuatro años, parece cernirse como cierta a tenor de las recientes manifestaciones de algunos responsables de la política cultural del Gobierno central. Al Gobierno autonómico le preocupan las repercusiones culturales y también las económicas que pueda traer la decisión. Las primeras son obvias: si el precio fijo desaparece, el coste de los libros subirá. Así ha ocurrido en los países en los que la liberalización de dicho sector se produjo. Algunos se vieron obligados incluso a dar marcha atrás.

Se trata de primar, en clave de liberalismo económico puro, a los grandes centros comerciales en detrimento de los pequeños y medianos empresarios del libro y, de paso, perjudicar a las librerías, permitiendo que muchas de ellas lleguen a desaparecer. Ésta es una parte de la historia de las liberalizaciones del Gobierno central que empieza a ser contestada duramente por la sociedad debido a los efectos negativos que está produciendo en los precios y, por tanto, en la calidad de vida de los ciudadanos.

El sector del libro (editores, libreros, distribuidores y escritores) no puede formar parte de los esquemas simples de la competitividad empresarial. Si esto llegara a suceder, con la consiguiente desaparición de la regulación legal vigente, significaría también la pérdida de puestos de trabajo importantes en cantidad y calidad para nuestra comunidad. En cierto sentido, parece que todo ello podría encarnar una nueva forma de la tradicional quema de libros, ahora bajo el formato de la desaparición de -según fuentes del sector- casi 2.000 librerías en toda España.

El sector editorial andaluz es el tercero del país, con unos últimos años verdaderamente prometedores, sobre todo en el mercado latinoamericano, al que hemos exportado, además de libros, leyes proteccionistas que incluyen la fórmula del precio fijo. Andalucía es una comunidad con peso específico dentro de este apartado de la industria cultural española y tiene cosas que decir en un posible debate. Por ello, la consulta a las autonomías sería, además de un proceder democrático, una posibilidad para defender con argumentos nuestra postura.

Para Andalucía, la elevación de los índices de lectura de la ciudadanía es una cuestión de extraordinaria importancia. En los últimos 10 años, hemos consolidado 650 bibliotecas públicas a través del Servicio Andaluz de Lectura y hemos mantenido una constante cooperación con los ayuntamientos. Las periódicas campañas de fomento de la lectura y el Circuito Andaluz Literario constituyen apuestas decididas por defender el libro como piedra angular de nuestra vida cultural.

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Pese a todo, en el Gobierno autonómico nos sentimos inermes frente a una posible supresión del precio fijo de los libros, ya que Andalucía no tiene competencias para paliar los perjuicios que conlleve la medida. En este asunto, la Administración pública y el sector privado compartimos la misma preocupación por los estragos que, en términos culturales y económicos, pueda causarse a los ciudadanos. Ambas partes concebimos la edición como negocio y como vocación cultural a un tiempo. Por suerte, somos muchos los que consideramos esencial la defensa de la escritura y la lectura, y, con ellas, de la libertad de expresión e información de cada vez más personas en cualquier lugar del mundo de habla hispana.

Pedimos públicamente al Gobierno central que respete la proposición no de ley aprobada el 23 de febrero de 1999 en la Comisión de Cultura del Congreso, en la que se pedía el compromiso del Ejecutivo para mantener la política de precio fijo en los libros que este país, junto con otros de la Unión Europea, tiene desde hace 100 años. El lema Más libros, más libres es toda una filosofía de convicción política de lo que representa la lectura para nuestra política cultural. El santuario natural de los libros que son las librerías no puede ser considerado un simple comercio, sino un auténtico lugar de expansión cultural donde no sólo se compran los libros, sino que se habla de ellos, se buscan, se encargan, se defienden, se conocen y se aman.

El precio fijo es una medida que fortalece directa e indirectamente, sin intromisión de la permanente y, a veces, detestable perspectiva economicista de la vida, la libertad de expresión. La libertad a secas.

Carmen Calvo es consejera de Cultura de la Junta de Andalucía.

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