Tribuna:

La fusión que viene

Siempre he creído que la fusión entre la CAM y Bancaja era un proyecto disparatado alumbrado por ciertos ambiciosos ejecutivos de Bancaja empeñados en absorber la CAM, que no lograría convencer a los responsables políticos. Soy de esos ingenuos que todavía cree que todo lo que carece de racionalidad económica en el mundo empresarial no debe ser llevado a cabo. Y si además suponía un agravio para un sector importante de la sociedad, la viabilidad estaría aún más lejana. Doblemente ingenuo, creí que ciertos sectores de la sociedad alicantina, especialmente su empresariado, iban poco menos que a ...

Suscríbete para seguir leyendo

Lee sin límites

Siempre he creído que la fusión entre la CAM y Bancaja era un proyecto disparatado alumbrado por ciertos ambiciosos ejecutivos de Bancaja empeñados en absorber la CAM, que no lograría convencer a los responsables políticos. Soy de esos ingenuos que todavía cree que todo lo que carece de racionalidad económica en el mundo empresarial no debe ser llevado a cabo. Y si además suponía un agravio para un sector importante de la sociedad, la viabilidad estaría aún más lejana. Doblemente ingenuo, creí que ciertos sectores de la sociedad alicantina, especialmente su empresariado, iban poco menos que a alzarse en armas como lo habían hecho en el pasado ante los simples rumores de la fusión. Cierto es que debí haber percibido el adormecimiento mercenario y cómplice que empezaba a manifestarse en esos sectores en temas tales como la Universidad o el trazado del AVE, pero debe ser que los aires bruselenses están afectando a mi sentido de la percepción.El caso es que, después de un periodo de calentamiento previo al verano, ahora parece que la fusión entre Bancaja y la CAM -en realidad absorción de la CAM por Bancaja- está sufriendo vaivenes desconcertantes. La verdad es que estaba esperando que el presidente de la Generalitat levantara la bandera con ese solemne espíritu de cruzada con el que le gusta adornar bien frivolidades como Terra Mítica, bien canalladas como la persecución del rector Pedreño y la Universidad de Alicante; pero, en lugar de ello, ha lanzado al consejero Rambla a decir que ni sí ni no, sino todo lo contrario. En cualquier caso, y aprovechando esta aparente tregua, creo que la cuestión debe ser analizada desapasionadamente.

La primera pregunta que debe hacerse consiste en analizar los efectos que puede tener la fusión. De sobra son conocidos sus efectos negativos, particularmente la pérdida de empleo, pero es preciso analizar si existen elementos positivos que los compensen. No hace mucho yo mismo escribía en un diario económico que el debate sobre las concentraciones era un debate diabólico porque tenían razón quienes defendían posiciones contrapuestas. Es cierto que cualquier concentración, que afecte a una cuota significativa de mercado, tiene efectos negativos sobre la competencia porque desaparece, al menos, un operador económico y además puede crearse o reforzarse una posición dominante. Ahora bien, si esa posición dominante puede compensarse, y la creación de una gran empresa es necesaria para afrontar determinadas tareas tales como la internacionalización o el acceso a otros mercados, debe admitirse la concentración, aún cuando sea con fuertes condiciones.

En definitiva, cuando se trata de fusiones de cajas de ahorro, no estoy, en principio, a favor ni en contra, ya que para dar una opinión u otra, es necesario referirse a la estructura del mercado. No conozco bien cuáles han sido las circunstancias que han motivado la fusión de algunas cajas en otras comunidades, pero no parece que en el caso andaluz existan razones favorables a la fusión, razones que, sin embargo, sí pueden existir en el caso castellano-manchego. Que unas cajas pequeñas, de ámbito provincial, se unan para crear una entidad mayor y de ámbito regional puede tener mucho sentido. Los mismos motivos me mueven a juzgar positiva la fusión de las cajas gallegas. Sin embargo, cuando se trata de convertir en una sola entidad a dos cajas que ocupan el cuarto y el quinto puesto del ranking español, la opinión es muy diversa, porque no se trata de crear una entidad grande de varias pequeñas, sino de una sola entidad de dos que ya tienen tamaño suficiente para desempeñar un papel importante en el mercado.

En primer lugar a los sectores económicos les interesa más la existencia de dos agentes financieros que la de uno solo. Dos operadores, en una situación de competencia, suelen llegar a más lugares que uno solo. No debe olvidarse que en los mercados en los que las empresas preexistentes tienen presencia, uno más uno no suman dos de manera automática. La empresa concentrada podrá tener capacidad para tener presencia en nuevos mercados, pero siempre termina abandonando áreas territoriales o sectoriales en los que antes estaba presente. No es necesario buscar mucho para encontrar la prueba de esta afirmación, ya que nadie puede pensar que, en el futuro, la entidad fusionada vaya a tener en Murcia la misma presencia que en la actualidad allí tiene la CAM.

Por otra parte, el presidente de la Generalitat ha realizado unas declaraciones que son realmente preocupantes. No hace mucho tiempo ha manifestado que Bancaja y la CAM deberían fusionarse para impedir la presencia de otras cajas en nuestra Comunidad. Sólo esas declaraciones justificarían que cualquier organismo encargado de la competencia rechazara la fusión. No debe olvidarse que los artículos 81.1 del Tratado CE y 1 de la Ley de Defensa de la Competencia prohíben los acuerdos que tengan por objeto o efecto restringir la libre competencia, y un acuerdo que tenga la finalidad de impedir la entrada de un nuevo operador es uno de esos casos que cualquier manual califica como acuerdo restrictivo de la competencia. Es preciso tener en cuenta que vistas las cuotas de ambas cajas en algunos mercados, la fusión deberá ser tramitada como concentración a tenor de lo previsto en la Ley de Defensa de la Competencia, y en ese expediente podrían tener un peso considerable esas opiniones de Zaplana. Pero es que, además, tales declaraciones no sólo ponen de manifiesto un objetivo ilegal de la fusión -restringir la competencia- sino que además no son ciertas. En el mundo de las concentraciones, uno y uno no siempre suman dos, y no puede despreciarse que la fusión deje espacios que puedan ser aprovechados por otros operadores económicos, y por lo tanto que el efecto termine siendo contrario al que se pretende. Desde la óptica de la competencia, la racionalidad obliga a impedir la fusión. Se han publicado algunas cuotas de la CAM y Bancaja en ciertos mercados, y sólo esas, de por sí, inducen a la conclusión que se trata de una concentración que consolida posiciones dominantes, restringe la competencia y no debe ser aprobada. Cuando en 1994 de unas palabras de Joan Lerma se pudo presumir que se iba a producir la fusión entre la CAM y Bancaja se realizaron una serie de declaraciones que hoy causarían sonrojo a sus autores, pero entre ellas destacaron por su sensatez las de Joaquín Rocamora, hoy presidente de los empresarios alicantinos, cuando señaló que los empresarios preferirían que las dos cajas continuaran independientes para así tener más ofertas de servicios financieros.

Que para el funcionamiento del mercado la fusión es inconveniente no existe duda alguna. La cuestión consistirá en analizar si existen otros elementos que compensen esos efectos negativos, y justo es reconocer que, hasta el momento, no se ha manifestado ninguno que sea plausible, y por ello la cuestión sigue siendo en saber cuál es la razón por la que se quiere fusionar las cajas. Y ante la ausencia de respuestas, la única que encuentro es que con la fusión se ahorraría trabajo a Zaplana. En efecto, si en la actualidad tiene que levantar el teléfono dos veces para impartir órdenes a las cajas, con la fusión bastará con una sola llamada.

Lo que más afecta es lo que sucede más cerca. Para no perderte nada, suscríbete.
SIGUE LEYENDO

Luis Berenguer es eurodiputado socialista.

Archivado En