VERANO 2000

Despensa natural de cinco siglos

En el término municipal de Lubrín (Almería) todavía extiende su ramaje uno de los seres vivos de mayor edad de la provincia, en torno a 500 años, convertido en referente histórico del pueblo. La tradición oral y su imponente presencia le han valido para seguir en pie y obtener el indulto ante tentaciones de emplear la sierra. Se trata de la gigantesca encina del Cortijo de los Corteses, al sur de la sierra de los Filabres, que sobrevive como resto de los primitivos bosques de Almería. Los nativos del lugar cuentan historias que describen al árbol como la despensa natural del lugar y auténtico ...

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En el término municipal de Lubrín (Almería) todavía extiende su ramaje uno de los seres vivos de mayor edad de la provincia, en torno a 500 años, convertido en referente histórico del pueblo. La tradición oral y su imponente presencia le han valido para seguir en pie y obtener el indulto ante tentaciones de emplear la sierra. Se trata de la gigantesca encina del Cortijo de los Corteses, al sur de la sierra de los Filabres, que sobrevive como resto de los primitivos bosques de Almería. Los nativos del lugar cuentan historias que describen al árbol como la despensa natural del lugar y auténtico oasis de vida. Se dice que sólo su inmensa producción de bellotas rayaba las dos toneladas o que su ramaje era el lugar adecuado para instalar colmenas de abejas. Su tronco ha servido de cobijo para rebaños enteros de ovejas, que se guarecían en su interior durante la noche.Tal y como apunta el historiador Juan García Latorre, al observar la pieza, que mide 20 metros de ancho en su copa, es fácil detectar las "cicatrices" de los siglos. Una de sus grandes "heridas" la provocaron las llamas 60 años atrás. "Para sacar la miel le metían antorchas para hacer marchar a las abejas y, en un descuido, empezó a arder por dentro. La gente hizo cadenas humanas con cubos de agua para apagar el fuego", explica García. Otra de las huellas del tiempo está relacionada con una intensa nevada que logró vencer una de sus ramas. El trozo desprendido cayó en oblicuo contra el tronco del árbol y quedó como apuntalando a la encina. A pesar de ser un tronco sin más, es fácil confundirlo con otro árbol.

Su ubicación, al final de una rambla de complicado acceso, añade argumentos para valorar su excepcionalidad en tamaño y antigüedad. "Ese árbol está ahí porque la gente lo ha dejado. Sin duda alguna fue indultado por sus valores económicos, por decirlo de alguna manera", sentencia el historiador. Quienes deseen ver la encina de cerca y rendir pleitesía a un monumento vegetal testigo de la Reconquista de los Reyes Católicos, no deben pasar por alto la narración de anécdotas de los ancianos de la zona. Ellos son la memoria más reciente de la encina.

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