Tradiciones al día

Los pasacalles en el barrio de Gràcia muestran la cara más popular de la fiesta mayor de la antigua villa

Bajo un calor casi disuasorio, la fiesta mayor de Gràcia mostró ayer su cara más tradicional con la celebración de los pasacalles. Gigantes, bastoners, dragones, castellers, esbarts dansaires y muchos niños encaramados a los hombros de sus padres tomaron las calles y, sí, sudaron la gota gorda en un recorrido flanqueado de manos infantiles que agarraban con fuerza globos con la figura de los monstruitos de Pokémon.Todo empezó a primera hora de la mañana, ...

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Los pasacalles en el barrio de Gràcia muestran la cara más popular de la fiesta mayor de la antigua villa

Bajo un calor casi disuasorio, la fiesta mayor de Gràcia mostró ayer su cara más tradicional con la celebración de los pasacalles. Gigantes, bastoners, dragones, castellers, esbarts dansaires y muchos niños encaramados a los hombros de sus padres tomaron las calles y, sí, sudaron la gota gorda en un recorrido flanqueado de manos infantiles que agarraban con fuerza globos con la figura de los monstruitos de Pokémon.Todo empezó a primera hora de la mañana, cuando tracas y trabucaires despertaron a medio barrio en una estruendosa tradición que parece hacer incompatible la juerga nocturna con la diurna. Los noctámbulos inundaron ya en la noche del lunes las calles de Gràcia, esperando encontrar unos bailes y conciertos que se hicieron esperar hasta ayer: "Yo que les quería enseñar a unas amigas suizas que en un espacio como éste se llegan a reunir hasta 20 orquestas en una noche...", se lamentaba un chico, arqueando una ceja. Aunque se quedaron con las ganas, no abandonaron el barrio y se quedaron hasta altas horas de la madrugada haciendo del suelo de las plazas, sobre todo la del Sol, una gran moqueta humana.

Tras la salida de la misa de fiesta mayor, en la parroquia de Santa Maria de Gràcia, ocho personas de la colla de veteranos del Esbart de l'Orfeó Gracienc ofrecieron el Ball de Déu a la concurrencia. Ataviados con los trajes tradicionales, los bailarines, con una media de edad que ronda los 60 años, soportaron con dignidad la fuerza de un sol que caía a plomo. "Para nosotros es como un baile mítico, casi un ritual", comentaba Mercè, de 63 años, después de la actuación. Es el baile de las ocasiones más especiales, según esta mujer que a los 15 años entró a formar parte de una agrupación de la que ahora también son miembros sus hijos y nietas. La presidenta del Orfeó, Josefina Altés, lamentaba que uno de los miembros del grupo había tenido que ser ingresado de urgencias en la misma mañana, y la actuación se quedó con una pareja menos.

El pasacalle de la mañana, reservado a las colles del barrio, empezó en el Pla de Salmerón, la confluencia entre los Jardinets y Gran de Gràcia. Mientras algunos intentaban sin demasiado éxito sortear la luz cegadora bajo la escasa sombra de los magnolios de la calle, empezaron a desfilar los gigantes Pau y Llibertat, los gegantons Torradet y Gresca, los cabezudos y los Bastoners de Gràcia, los de Barcelona, los Castellers de la Vila de Gràcia, y los dragones del Coll y de Gràcia.

"Esto es como la Mercè, pero en pequeño", le decía una mujer a otra. Y sí, era un pasacalle pequeño, pero en el que los miembros de las colles parecen disfrutar más porque les permite hacer más demostraciones en un lapso de tiempo más corto: "Lo de esta tarde será definitivo", comentaba Santi, de la Malèfica del Coll y portador de una reproducción del dragón del parque Güell, que lleva por nombre Gaudiamus haciendo referencia al Segundo Encuentro de Cultura Popular, que se celebró a partir de las siete de la tarde y reunió a una treintena de grupos y charangas de Cataluña y Baleares.

El look de los grupos de bastoners, aparte de las alpargatas y los cascabeles, dejaba adivinar que las tradiciones populares tienen futuro, al menos por lo que respecta a las edades de sus miembros: una melena teñida a lo Gran Hermano y unos pendientes colgando de orejas masculinas se daban la mano con los bastonazos de la más pura tradición catalana. A pesar de ello, Enric, cap de colla de los Gegants de Gràcia, aseguraba: "Para un día como hoy, somos la gente justa, y punto. Cada vez nos cuesta más que se apunten otras personas porque esto es muy esclavo".

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Entre las pegas, este geganter veterano destacaba los "quebraderos de cabeza", las "peleas con el Ayuntamiento", "pasar calor" y las "reuniones". Pero, a renglón seguido, apuntaba una letanía de elogios: "Pasar ratos con los amigos", el trabajo "altruista" y, sobre todo, "colaborar a que no se pierda este aspecto de la cultura catalana".

Una opinión de la que es partícipe Jordi, el cap de los jovencísimos Castellers de la Vila de Gràcia, nacidos hace cuatro años con la intención de revivir la vieja colla que desapareció después de la guerra civil. Son una colla de set, aunque ayer, a la espera de la diada castellera que se celebrará el próximo domingo, se limitaron a levantar pilares y un tres de sis. "Esto sí que es peligroso y no lo nuestro", observó Santi. Al cabo de pocos minutos, y para finalizar la sesión matinal, él mismo y los otros portadores de los dos dragones que participaron en el pasacalle prendieron las mechas de sus monstruos en la plaza de Rius i Taulet. Consiguieron hacer temblar hasta a sus congéneres de los globos fosforitos.

Jordi Roviralta

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