VERANO2000ÁRBOLES CON HISTORIA

Un pino de sombra inspiradora

El abanico de elementos inspiradores del joven Rafael Alberti en su ciudad natal, El Puerto de Santa María (Cádiz), va mucho mas allá del azul del mar de la bahía. En sus años de infancia el poeta vivió entre pájaros, camaleones y arboles, que más tarde volverían a salir a flote en su memoria.El pino que despertó la inspiración del poeta está en el patio del colegio de San Luis Gonzaga formó parte, junto a dos araucarias ya desaparecidas, de las tardes de escuela de un joven alumno al que reñían los padres jesuitas por escribir cartas de amor a una niña de 16 años de la calle Cruces llamada Mi...

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El abanico de elementos inspiradores del joven Rafael Alberti en su ciudad natal, El Puerto de Santa María (Cádiz), va mucho mas allá del azul del mar de la bahía. En sus años de infancia el poeta vivió entre pájaros, camaleones y arboles, que más tarde volverían a salir a flote en su memoria.El pino que despertó la inspiración del poeta está en el patio del colegio de San Luis Gonzaga formó parte, junto a dos araucarias ya desaparecidas, de las tardes de escuela de un joven alumno al que reñían los padres jesuitas por escribir cartas de amor a una niña de 16 años de la calle Cruces llamada Milagritos. Este árbol vio a Alberti recorrer una y otra vez el patio del colegio en unos patines que nunca olvidó y era el que Alberti veía desde su clase en las tardes de verano "soñando la proximidad del mar".

En mayo de 1997, en una carta a sus antiguos compañeros de colegio, desconocida por muchos y leída en una reunión de ex alumnos, Alberti rebuscaba en su memoria los árboles de su colegio y los ligaba al recuerdo: "Niños que han crecido tanto que, quizá, sólo existen ya en casi centenario corazón". El poeta hacía memoria y reconocía: "Hoy me veo como un alumno más, cruzando la plaza del Ave María".

En aquella plaza del colegio, en los años de infancia de Alberti había dos araucarias que, como explica el padre Conrradi, uno de los veteranos de San Luis, desaparecieron hace ya mucho: una de ellas partida por un rayo y la otra, seca. De aquella época sobreviven en los patios del colegio de los jesuitas algunos laureles y este magnifico pino, antesala de la arboleda perdida del autor de El Puerto, que se alza en el patio de entrada del centro.

En aquella reunión de antiguos alumnos, en 1997, y en recuerdo al valor simbólico del árbol, el Ayuntamiento anunció su intención de colocar una placa recordatoria. "Este ilustre pino creció con Alberti, con Juan Ramón y con Muñoz Seca", se dijo entonces, pero el árbol aún espera ese reconocimiento.

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