Tribuna:

Guadalquivir

Hay cosas que no se piensan hasta que no se leen, por muy cotidianas que sean y por muy cerca que se tengan. Desde el tren se ven algunas riberas de río tal como preferimos imaginárnoslas: como sotos, verdes y umbrías de vegetación, pero no se me había ocurrido pensar que eso hubiera podido ser el pasado, aunque sea imaginado, de las riberas del Guadalquivir hasta que leí las Separatas de literatura, arte y música de Jacobo Cortines, en donde escribe sobre los jardines de Sevilla vistos por los poetas a lo largo de la historia. Y como la lírica evoluciona, tal como el autor dice, indepe...

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Hay cosas que no se piensan hasta que no se leen, por muy cotidianas que sean y por muy cerca que se tengan. Desde el tren se ven algunas riberas de río tal como preferimos imaginárnoslas: como sotos, verdes y umbrías de vegetación, pero no se me había ocurrido pensar que eso hubiera podido ser el pasado, aunque sea imaginado, de las riberas del Guadalquivir hasta que leí las Separatas de literatura, arte y música de Jacobo Cortines, en donde escribe sobre los jardines de Sevilla vistos por los poetas a lo largo de la historia. Y como la lírica evoluciona, tal como el autor dice, independientemente de las modas de los jardines, las riberas del Guadalquivir cobran importancia en los momentos en que los poetas valoran la naturaleza por encima del artificio estético, como ocurre durante el Renacimiento, el neoclasicismo o el romanticismo, cuando las convierten en "jardines de delicias", sembrados de alhelíes y rosas o de sauces y álamos blancos de frondosa sombra.Con curiosidad por saber si los poetas actuales tienen en cuenta estas riberas nuestras, me enfrasqué en un libro que, casi al tiempo, los mismos editores han sacado a la luz: la Poesía incompleta de Aquilino Duque. Entre sus páginas me encontré y disfruté con otros jardines y otras flores, entre trigales y amapolas, con "el río entrecortado del sollozo" del poema Suicidio, y, por fin, con el Guadalquivir aunque sin riberas. Y es que es muy probable que no tengan ahora mucho atractivo poético ni los paseos pavimentados ni las zonas de más vegetación sucia y salvaje.

La verdad es que para mí, el río en Sevilla es sólo agua; y eso en primavera o en otoño, cuando hace una temperatura soportable como para cruzar algún puente a pie. Desde allí los atardeceres pueden ser maravillosos, pero el río, no sé porqué, lo veo siempre triste, lo pienso melancólico. Aquilino Duque, más viajado y cosmopolita además de buen poeta, tiene una visión mucho mejor desde la distancia: "Hoy que el Guadalquivir rompe los vidrios/ de la tarde y levanta/ un fabuloso carnaval de luces,/ una explosión de flores apagadas/...". Pero de sus riberas, nada.

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