Tribuna:

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Los esfuerzos propagandísticos en forma de anuncios y reportajes publicitarios insertados en revistas nacionales e internacionales que frecuentemente lleva a cabo el Ayuntamiento de Valencia con el objetivo de mejorar la imagen de la ciudad y vender sus bondades no sirven de nada si no van acompañados de algo más, si paralelamente no se tiene más sensibilidad ante determinadas cuestiones que no sólo no mejoran esa imagen sino que contribuyen claramente a deteriorarla. Una imagen en directo vale más que mil palabras y todas esas bellas fotos a todo color que se insertan en las revistas, ...

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Los esfuerzos propagandísticos en forma de anuncios y reportajes publicitarios insertados en revistas nacionales e internacionales que frecuentemente lleva a cabo el Ayuntamiento de Valencia con el objetivo de mejorar la imagen de la ciudad y vender sus bondades no sirven de nada si no van acompañados de algo más, si paralelamente no se tiene más sensibilidad ante determinadas cuestiones que no sólo no mejoran esa imagen sino que contribuyen claramente a deteriorarla. Una imagen en directo vale más que mil palabras y todas esas bellas fotos a todo color que se insertan en las revistas, que nos presentan de forma idílica los monumentos, puentes y edificios y que nos ofrecen preciosas vistas de la ciudad, quedan fatalmente emborronadas cuando se llega de verdad -físicamente- a Valencia. La imagen que dan la mayor parte de las entradas a la ciudad -tanto por ferrocarril como por carretera- son bien diferentes de las que muestran esas publicaciones. Junto a horribles y enormes vallas publicitarias, los accesos a Valencia nos ofrecen un buen surtido de imágenes que dicen poco bueno de la ciudad, de sus habitantes y de sus gobernantes. Como las de las escombreras y los vertederos incontrolados. La vista de una enorme escombrera o de un basurero al lado mismo de la autovía por la que decenas de miles de automóviles -muchos de ellos de turistas extranjeros- llegan cada día a la ciudad, cercena de un plumazo gran parte de los esfuerzos propagandísticos de las autoridades municipales. Y eso que esos visitantes foráneos probablemente sólo verán una vez la escombrera o el vertedero. Porque si pasaran por esos puntos de forma asidua y asistieran semana tras semana al espectáculo, si vieran que, lejos de hacerlo desaparecer, la Administración permite que crezca, se llevarían una impresión muy diferente de la ciudad, se percatarían de que la dejadez preside en muchas ocasiones la actuación de nuestras autoridades municipales. Y se darían cuenta de que la propaganda, si bien no miente, sí esconde una realidad algo diferente.

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