Batalla crucial en el seno de la Orden de Orange

La logia protestante de Portadown mantiene, en contra de la alta jerarquía, su llamada a la movilización general

Mientras la policía retira las barricadas metálicas y los refuerzos militares británicos aguardan la orden de retirada de Irlanda del Norte, una crucial batalla se libra en el seno de la Orden de Orange. La logia de Portadown mantiene, en contra de la alta jerarquía orangista, su llamada a la movilización general en reivindicación del derecho civil de desfilar por un barrio católico sin el consentimiento de sus residentes.Los demás miembros desgarran, con sus opiniones encont...

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La logia protestante de Portadown mantiene, en contra de la alta jerarquía, su llamada a la movilización general

Mientras la policía retira las barricadas metálicas y los refuerzos militares británicos aguardan la orden de retirada de Irlanda del Norte, una crucial batalla se libra en el seno de la Orden de Orange. La logia de Portadown mantiene, en contra de la alta jerarquía orangista, su llamada a la movilización general en reivindicación del derecho civil de desfilar por un barrio católico sin el consentimiento de sus residentes.Los demás miembros desgarran, con sus opiniones encontradas, el tejido de una institución que va perdiendo su histórico papel como englobadora de la gran familia protestante.

La Orden de Orange mantiene en Drumcree, en la ciudad de Portadown, su última batalla de un conflicto que decidirá la vida o la muerte de la más conocida de las instituciones lealistas norirlandesas. La disputa ha provocado un enfrentamiento abierto con la alta jerarquía, que pretende limitar la protesta a la zona sin que se repitan los disturbios y el colapso de la actividad comercial y viaria que sufrió Irlanda del Norte hace unos días.

"La orden manejó muy mal la marcha de Drumcree. Entiendo su frustración, pero falló a la hora de condenar la violencia, convirtiéndose, a los ojos de la opinión pública nacional e internacional, en sinónimo de violencia", admite Ruth Dudley Edwards, autora del libro La tribu fiel, una mirada condescendiente a la cultura, tradiciones y personalidades orangistas.

La batalla se perdió por segundo año consecutivo. Los disturbios apenas tuvieron impacto contra las herméticas barricadas policiales y la protesta no extrajo, como en ediciones pasadas, una contraorden del Gobierno británico que permitiera a los orangistas desfilar por el barrio católico.

"La táctica a su insatisfacción, con intimidaciones y trastornos, ya no les da buenos resultados. Son gente destrozada, con viejas ideas y ningún sitio en el futuro de Irlanda del Norte", defiende en Belfast el republicano Gerry Rice, portavoz del Grupo de Acción de los Residentes de Lower Ormeau, otro punto de conflicto en el calendario de las marchas estivales orangistas.

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Esta asociación de vecinos católicos y su homóloga en Portadown nacieron a mediados de los años noventa con la expectativa de que el proceso de paz conllevaría, según manifiesta Rice, "el veto de las celebraciones triunfalistas sectarias".

Dudley Edwards y otros expertos ven en las comunidades de vecinos una estratagema orquestada por el Sinn Fein para, en opinión de esta autora de cuna católica irlandesa, "destruir la Orden de Orange y enfrentarla con el Estado". "Han tenido mucho éxito. Dentro del Sinn Fein hay muy buenos estrategas y Gerry Adams, su presidente, es un político competente y un negociador astuto. Los protestantes, por el contrario, son políticamente discapacitados e ingenuos", puntualiza. Los orangistas cayeron en la trampa republicana. Su líderes arremeten contra el Gobierno laborista de Tony Blair, contra la Comisión de Desfiles, contra el ecumenismo e incluso contra la mismísima BBC.

Sus simpatizantes tiran piedras a las tanquetas de la policía y en Portadown quemaron un muñeco vestido con el uniforme policial y rodeado de banderas irlandesas. El 92% de la policía local se identifica como protestante y se siente, presuntamente, tan británico como los manifestantes que causan problemas cada mes de julio.

"La comunidad protestante está en crisis, totalmente desmoralizada. Negarles sus símbolos de identidad, como las marchas, corona y bandera británicas, y descalificar su cultura, es muy peligroso y puede tener consecuencias catastróficas", dice Dudley Edwards.

Las consecuencias, de momento, se observan en el seno del orangismo. "Están luchando internamente por el alma de la institución", señala la autora. La contienda se libra en dos frentes: entre las generaciones jóvenes, más militantes que la jerarquía actual, y, paralelamente, entre los que se oponen al proceso político y aquellos que defienden un retorno a las raíces de la hermandad.

"Al margen de las tensiones personales, la orden está dividida en torno al Acuerdo de Belfast, del año 1998. Un sector creciente quiere hundir el acuerdo y destruir a David Trimble, primer ministro del autogobierno y líder unionista, mientras que otros abogan por limitar la institución a cuestiones religiosas", explica.

Los reaccionarios parecen prevalecer, pero las escenas de violencia de las últimas semanas, junto con la negativa a condenarla, hicieron que los protestantes moderados huyeran de Portadown. La Orden de Orange marcha encaminada a convertirse en refugio de frustración y amparo de los extremistas que temen la unión de Irlanda como resultado del proceso político.

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