Tribuna:

Integrismos

La política del PP en cuestiones consideradas básicas comienza a dejar de ser preocupante para convertirse en alarmante. A pocos meses de su triunfo electoral ha comenzado a desarrollar lo que seguramente constituía su cuerpo fundamental de doctrina. Dos temas están ya sirviendo de ejemplo de un nuevo integrismo ideológico: la política ante la inmigra-ción extranjera y el resurgimiento de un nuevo "españolismo castellano". Hablemos de esto último.Ya sabemos lo que ha dado de sí el llamado informe de la Academia de la Historia sobre la enseñanza de esta disciplina en los institutos. Ha sufrido ...

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La política del PP en cuestiones consideradas básicas comienza a dejar de ser preocupante para convertirse en alarmante. A pocos meses de su triunfo electoral ha comenzado a desarrollar lo que seguramente constituía su cuerpo fundamental de doctrina. Dos temas están ya sirviendo de ejemplo de un nuevo integrismo ideológico: la política ante la inmigra-ción extranjera y el resurgimiento de un nuevo "españolismo castellano". Hablemos de esto último.Ya sabemos lo que ha dado de sí el llamado informe de la Academia de la Historia sobre la enseñanza de esta disciplina en los institutos. Ha sufrido serias críticas de reconocidos especialistas y ha servido para que autoridades políticas autonómicas y nacionales pidieran a la ministra de Educación consenso y serenidad ante tema tan delicado. Son necesarias ambas cosas, además de intentar evitar por todos los medios contaminar este debate de partidismo y política de acarreo de votos.

Todo lo contrario de lo que hace el PP al reunir en la llamada cuna de la lengua española, en el Monasterio de San Millán, a varios cientos de diputados para proclamar la unidad de la lengua y la historia españolas. Años de cuidadoso trabajo para construir una identidad plural de la lengua española los puede echar por tierra este partido que gobierna España con actos que no se entienden sino a la luz de retrógradas y falsas esencias castellano-españolas.

La acertada política del Instituto Cervantes de difundir por todo el mundo la lengua y cultura españolas desde posiciones y actitudes abiertas e integradoras, es puesta en cuestión con actos como el de San Millán. No estamos ya para resucitar discursos y símbolos que pueden poner en crisis un modelo constitucional trabado delicadamente hace un cuarto de siglo. España ya no es sólo Berceo, el Cid o Santiago Matamoros. Esto lo debía ya entender esta generación popular que pretende liberalizar al máximo nuestro país. O entendemos nuestra lengua y cultura como una suma de integraciones diversas o tendremos que coincidir con aquel gallego clásico: "España es una deformación grotesca de la civilización europea".

JAVIER ARISTU

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