Editorial:

Acomodar a Austria

A medida que la saga se enrarece, se hace más evidente la precipitación de la Unión Europea cuando decidió en febrero castigar a Austria por la presencia en su Gobierno del partido extremista de Jörg Haider. El último episodio del desencuentro es la decisión de Viena de convocar un referéndum en otoño para que sus ciudadanos decidan si Austria debe o no emplear todos los medios a su alcance para acabar con el actual aislamiento diplomático, caso de que se mantenga. Pese a su carácter no vinculante, la consulta podría desembocar en el bloqueo de la reforma institucional de la Unión y su previst...

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A medida que la saga se enrarece, se hace más evidente la precipitación de la Unión Europea cuando decidió en febrero castigar a Austria por la presencia en su Gobierno del partido extremista de Jörg Haider. El último episodio del desencuentro es la decisión de Viena de convocar un referéndum en otoño para que sus ciudadanos decidan si Austria debe o no emplear todos los medios a su alcance para acabar con el actual aislamiento diplomático, caso de que se mantenga. Pese a su carácter no vinculante, la consulta podría desembocar en el bloqueo de la reforma institucional de la Unión y su prevista ampliación al Este.Los Catorce han tenido durante la presidencia portuguesa la gran ocasión para cancelar unas sanciones más retóricas que otra cosa y en las que no creen una buena parte de los miembros de la UE. En su lugar, se acordó que un comité del Tribunal de Estrasburgo -todavía sin nombrar y sin límite de tiempo- estudie la situación de los derechos humanos en Austria y la evolución del partido xenófobo de Haider, socio minoritario de la coalición gobernante. Francia ha asegurado que durante sus seis meses de mandato no se variará la situación y ayer advirtió a la irritada Viena de que no aceptará chantajes.

El tema de las sanciones contra Austria se ha ido desbocando. Viena no ha vulnerado formalmente ninguna regla de la UE con la designación de un Gabinete cuyo principal ingrediente es centro-derechista y que apoyan la mayoría de los votantes. Tampoco ha sucedido nada desde que el partido de Haider se incorporó al Gobierno que haya hecho peligrar la democracia o los derechos de las minorías. Los más intransigentes con Viena -básicamente, Francia y Bélgica- se han movido en el asunto más por razones internas que para proteger de sus demonios al pequeño país alpino.

Por lo que tiene de desafío, el eventual referéndum es ya un triunfo para Haider. No sólo ha arrastrado a los populares del canciller Schüssel a un peligroso terreno que éstos desconocen y aquél domina, sino que se frota las manos anticipando una nueva posibilidad de hacer demagogia antieuropeísta. La UE debe buscar una salida airosa -quizá en su reunión de Biarritz, en octubre- al ostracismo de su socio. Su castigo, falto de perspectiva, corre el riesgo de producir el efecto contrario: debilitar al partido proeuropeísta de la alianza gobernante austriaca y fortalecer al ultra Haider.

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