Tribuna:

Recordando a Zola

Recollons Beach es una litografía de Josep Renau en la que el pintor se alzó en 1977 contra el expolio de El Saler por parte de esos buitres que son los especuladores inmobiliarios. Al fondo está el mar, en el cielo un cometa con el murciélago y la senyera y, sobre un verde prado artificial para disfrute de ricos, un palo de golf en forma de humeante fusil golpea una pelota que adopta en su vuelo las fases lunares. Soñar es engañoso, parece decirnos, pues mientras miramos embobados la luna de Valencia, a ras de tierra nos roban el patrimonio común.Con este cuadro, y con tantos otros, Renau dem...

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Recollons Beach es una litografía de Josep Renau en la que el pintor se alzó en 1977 contra el expolio de El Saler por parte de esos buitres que son los especuladores inmobiliarios. Al fondo está el mar, en el cielo un cometa con el murciélago y la senyera y, sobre un verde prado artificial para disfrute de ricos, un palo de golf en forma de humeante fusil golpea una pelota que adopta en su vuelo las fases lunares. Soñar es engañoso, parece decirnos, pues mientras miramos embobados la luna de Valencia, a ras de tierra nos roban el patrimonio común.Con este cuadro, y con tantos otros, Renau demostró ser un artista comprometido. Pero Recollons Beach es más que un ejemplo de arte al servicio de la gente. Es un símbolo, una hermosísima metáfora de lo que está pasando actualmente en el barrio costanero del Cabanyal, que la alcaldesa y los buitres locales amenazan con abrir en canal para construir un remedo de Benidorm. El negocio se cifra en cientos de miles de millones.

Entre el 13 de mayo y el 4 de junio hemos admirado una amplia muestra de la obra renauana, expuesta en diferentes casas particulares del Cabanyal, como parte de la contraofensiva cívica ante las arbitrariedades del Ayuntamiento, que pretende arrasar varios siglos de historia y centenares de viviendas antiguas. Lo peor, no obstante, es que el atropello se va a hacer en nombre de la democracia, un término tan adulterado que empieza a ser sinónimo de su antípoda, la autocracia, sobre todo si nos fijamos atentamente en los individuos que lo utilizan.

Les propongo a mis lectores el siguiente juego de transmigración temporal: imagínense por un segundo que nuestra primera dama hubiese ejercido sus funciones durante la guerra civil. ¿En qué bando la situarían? Sin embargo, para llegar a un diagnóstico certero sobre esta mujer no es preciso viajar al pasado. Observemos el Cabanyal, donde se está librando una minúscula cruzada que es imagen especular de la agresión del 36 y tiene nombre de telenovela, Rita contra el barrio. La estrategia, impecable, recicla los añejos métodos militares: se asfixia un entorno obrero bien situado, se permite su degradación, se devalúa, se expropia a precio de saldo y se vende a los amigos. Todo sin disparar un solo tiro. Democrático.

Pero volvamos a Renau, ejemplo típico de un hombre que nunca renunció a sus ideales. Creció, vivió, sufrió y murió siendo un rojo, abrazó las causas populares y combatió a su enemigo, Franco, con la más digna de las bayonetas posibles, su pincel.

Aún a sabiendas de que es odioso tomar a Josep Renau por testigo, pues está muerto y no puede opinar -pienso asimismo en Azaña y en Max Aub, jaleados hoy por los nietos de sus verdugos-, me atrevo a afirmar que, de estar entre nosotros, hubiese adoptado la lucha del Cabanyal. Por eso me ha parecido tan coherente la idea de las víctimas del barrio al utilizar su obra como arma de combate frente al enemigo de ahora, Rita Barberá Nolla, porque pone en evidencia quién es quién y qué causas se defienden: en un lado el arte, en el otro la incultura disfrazada de progreso.

Desde estas líneas, contra Rita y la siniestra bandada de buitres que planea por la Malvarrosa olisqueando dinero, yo acuso, recordando a Zola.

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