Tribuna:

Landa

Una reciente exposición en Madrid sobre Federico García Lorca ofrecía la impresión de que el poeta granadino había muerto de gripe o víctima de una infección. La cultura de la II República apenas aparecía en los paneles del Centro de Arte Reina Sofía, la homosexualidad del poeta y dramaturgo era considerada un tabú y el compromiso del granadino más famoso del siglo XX se diluía en un mar de simpáticas fotografías de viajes y tertulias. Esta dulcificación de reformismo de centro cruza ya todas las épocas históricas y abarca desde un Felipe II presentado como elegante príncipe del Renacimiento h...

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Una reciente exposición en Madrid sobre Federico García Lorca ofrecía la impresión de que el poeta granadino había muerto de gripe o víctima de una infección. La cultura de la II República apenas aparecía en los paneles del Centro de Arte Reina Sofía, la homosexualidad del poeta y dramaturgo era considerada un tabú y el compromiso del granadino más famoso del siglo XX se diluía en un mar de simpáticas fotografías de viajes y tertulias. Esta dulcificación de reformismo de centro cruza ya todas las épocas históricas y abarca desde un Felipe II presentado como elegante príncipe del Renacimiento hasta un Antonio Canóvas del Castillo que figura ahora como el adalid del liberalismo español de finales del XIX. Suerte que algunos ilustres intelectuales, como Max Aub, cuentan con descendientes que son capaces de recordarle al presidente José María Aznar que el escritor era un republicano de izquierdas. Se confirma así en estos tiempos que las interpretaciones de la Historia las imponen los vencedores, sean victoriosos militares o triunfantes partidos políticos.Pero esta edulcoración, que busca provocar la amnesia de las generaciones jóvenes, no se limita a los libros, la Universidad o la política. La campaña de "pruebe un dulce y disfrace el sabor amargo de tiempos recientes" se extiende a los escaparates sociales más visibles. Y en primer lugar de la pasarela hallamos en Cine de barrio -en horario estelar de una televisión pública- el cine producido en España bajo la dictadura. Películas teñidas de argumentos reaccionarios e insultantes para las mujeres o guiones inauditos que pretendían mantener este país lejos de cualquier influencia democrática desfilan los sábados por la tarde sin el más mínimo atisbo de crítica en medio de una salsa nostálgica y lacrimógena. Ahora llega el Festival de Peñíscola y rinde un homenaje a Alfredo Landa, un actor que demostró en los años ochenta que podía ser un intérprete de primera fila, pero que había simbolizado antes el rostro más triste y deprimente de España. A pesar de haber protagonizado comedias.

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