Tribuna:

La nuestra

El pasado miércoles, por ausencias y errores de varios diputados socialistas y andalucistas salió aprobada una moción apoyada por el PP e IU, las oposiciones del gobierno andaluz, acerca de que el director general del ente RTVA, la nuestra, sea elegido por el Parlamento y no por el Gobierno, como ha venido siendo hasta ahora. El resultado de dicha votación ha supuesto una primera movida en el mundo parlamentario.Algunas cosas se han dicho posteriormente, de las que sólo me quedo con la improcedente, por no llamarla irresponsable, manifestación del diputado cordobés Manuel Gracia. Dice este vet...

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El pasado miércoles, por ausencias y errores de varios diputados socialistas y andalucistas salió aprobada una moción apoyada por el PP e IU, las oposiciones del gobierno andaluz, acerca de que el director general del ente RTVA, la nuestra, sea elegido por el Parlamento y no por el Gobierno, como ha venido siendo hasta ahora. El resultado de dicha votación ha supuesto una primera movida en el mundo parlamentario.Algunas cosas se han dicho posteriormente, de las que sólo me quedo con la improcedente, por no llamarla irresponsable, manifestación del diputado cordobés Manuel Gracia. Dice este veterano político socialista que la votación que perdió el gobierno no tiene importancia porque "la voluntad es la que se expresa en las elecciones y ayer no hubo mayoría en la votación por circunstancias coyunturales". Pues sí tiene importancia: primero, porque han perdido una votación por las ausencias de sus diputados, y eso va al acta parlamentaria; segundo, porque tiene que ver con una cuestión sensible y polémica en las últimas elecciones como es la del control y gestión de la radiotelevisión pública andaluza. Lo que dice un Parlamento es lo que vale durante la legislatura, hasta que lleguen las elecciones y digan los electores lo que tienen que decir. La voluntad de los ciudadanos reside en el Parlamento y a él debe atenerse el señor diputado. Lo contrario es simplemente populismo barato que desprecia a la cámara legislativa y de control.

Pero después de todo, el problema que más nos debiera interesar está en definir qué tipo de medio de comunicación público debemos tener. ¿Uno destinado al espectáculo ramplón, la copla, los concursos para majaderos, el "sentir andaluz", los cotilleos, los saraos y el corazón de los famosos? ¿O bien uno que se dedique principalmente a educar, distraer civilizadamente, transmitir cultura, ser medio de información objetiva y de debate de ideas? No se trata de tener dos sistemas de televisión: uno populista y otro elitista. ¿Qué más da que el director general lo nombre el gobierno o el parlamento si, al final, tenemos la televisión ramplona y culebrona que no nos merecemos?

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