Tribuna:

'Gran Hermano'

Las abejas de Soto del Real han enloquecido. Cuentan los apicultores del municipio que los insectos están últimamente nerviosos, cuando no histéricos, y temen que la producción de miel pueda resentirse seriamente. Los cuidadores achacan tan anormal estado a la alteración que ha supuesto para sus explotaciones la proximidad a las colmenas del montaje instalado por una productora de televisión para la emisión de Gran Hermano. Consideran que el constante ir y venir de cámaras, realizadores y personal de producción afecta al equilibrio psicológico de las abejas, que necesitan un mínimo de sosiego ...

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Las abejas de Soto del Real han enloquecido. Cuentan los apicultores del municipio que los insectos están últimamente nerviosos, cuando no histéricos, y temen que la producción de miel pueda resentirse seriamente. Los cuidadores achacan tan anormal estado a la alteración que ha supuesto para sus explotaciones la proximidad a las colmenas del montaje instalado por una productora de televisión para la emisión de Gran Hermano. Consideran que el constante ir y venir de cámaras, realizadores y personal de producción afecta al equilibrio psicológico de las abejas, que necesitan un mínimo de sosiego para desarrollar su función natural.Y no son estos bichos menores los únicos perjudicados por la vorágine que genera la realización del programa, también los vecinos de las urbanizaciones cercanas están quejosos por la intranquilidad que el Gran Hermano supone para sus, hasta ahora, plácidas vidas. Porque, al margen de la parafernalia técnica que mueve el tinglado, a la finca de La Sera donde se levanta la nave que habitan los protagonistas, acuden legiones de curiosos ansiosos para verlos en vivo y en directo.

Tal afluencia masiva ha generado a su vez la comparecencia de numerosos vendedores de comida y refrescos dispuestos a hacer el agosto en aquellos pastos. Los afectados cuentan que esa zona de paseo y disfrute de la naturaleza, próxima al Parque Regional de la Cuenca Alta del Manzanares, se ha convertido en un auténtico circo. Pero hay otra queja más curiosa, y por su planteamiento digna de reflexión, sobre las repercusiones de Gran Hermano en el municipio serrano. Dice el portavoz de Izquierda Unida en Soto del Real, Francisco Molinero, que allí están hartos de que se identifique a su pueblo con "cosas negativas". Explica el señor Molinero que "primero fue la cárcel, después el Tren de Alta Velocidad y ahora este espectáculo de tan poco gusto". Media España siguiendo las evoluciones de los enjaulados, y a Izquierda Unida le parece un programa que desprestigia a Soto del Real. Y es que si nos atenemos a lo que la gente comenta, el espacio televisivo es un bodrio insufrible que nunca deberían haber puesto en pantalla, pero la realidad es que está batiendo récords de audiencia. Es decir, que son muchos lo que lo ven, pero pocos los que se declaran enganchados porque les avergüenza reconocerlo. Aunque su planteamiento pueda resultar un insulto a la inteligencia del espectador, entiendo que un fenómeno de tanta resonancia no ha de ser ignorado. Por ello, y como profesional de la información, he dedicado varios ratos perdidos a visionar el programa con un resultado francamente desalentador. La primera vez me pasé más de 20 minutos contemplando a cuatro de los participantes tumbados en un sofá emitiendo sonidos guturales. En la segunda me pilló una larga secuencia de uno de los protagonistas vestido de peregrino corriendo sobre un rodillo, y en la tercera vi a otro tocándose efusivamente los pies durante un cuarto de hora. Me cuentan que viven emocionantes broncas, reconciliaciones y amoríos, pero que hay que estar muy "al loro" para captar algún momento de interés. A pesar de ello, el espacio constituye un acontecimiento notable en el panorama televisivo. A pesar del tufo a montaje que despide, lo que sucede no viene totalmente prefijado por un guión, ni sus protagonistas son famosos cuyas intimidades sean aireadas a golpe de talón. Se trata de perfectos desconocidos para el público que consienten ser observados por la gran mirilla.

Es un novedoso ejercicio de voyeurismo colectivo que pone en situación de máximo riesgo el sustento de toda la corte de seudofamosos que cobran de las televisiones públicas y privadas por airear sus miserias. ¿Por qué pagar ahora cantidades astronómicas a personajes surgidos de la nada como el conde Lequio, Yola Berrocal o Rociíto, cuando cualquiera puede suscitar el mayor interés con tal de que consienta la observación de sus intimidades a través del ojo de la cerradura? El morbo químicamente puro es capaz de enganchar por sí solo a millones de telespectadores, y María José, Israel, Ania, Jorge, Vanessa o Nacho no tienen menos méritos para salir en pantalla que Carmina Ordóñez, Antonio David o Ricardito Bofill. Es lógico que las abejas de Soto del Real hayan enloquecido, los zánganos se multiplican como moscas.

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