La huerta, motivo turístico

El Consell Valencià de Cultura se ha interesado por la conservación de la huerta que nos queda, instando a una docena de instituciones y organismos para que se pongan a la faena. Conmovedor y admirable detalle de sensibilidad. Pero lo decisivo no es tal movilización, sino las medidas que se consideran para salvar lo salvable por estar menos degradado, impidiendo que lo fagocite la expansión inmobiliaria. Pero de eso no se dice una palabra. Un experto apuntaba la posibilidad de acotar unos espacios en los que se practicarían las labores culturales tradicionales a modo de un museo con vida en el...

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El Consell Valencià de Cultura se ha interesado por la conservación de la huerta que nos queda, instando a una docena de instituciones y organismos para que se pongan a la faena. Conmovedor y admirable detalle de sensibilidad. Pero lo decisivo no es tal movilización, sino las medidas que se consideran para salvar lo salvable por estar menos degradado, impidiendo que lo fagocite la expansión inmobiliaria. Pero de eso no se dice una palabra. Un experto apuntaba la posibilidad de acotar unos espacios en los que se practicarían las labores culturales tradicionales a modo de un museo con vida en el que los labradores ejercerían de tales durante un horario prefijado para turistas y escolares. Algo así como viene siendo el Tribunal de las Aguas que imita sus años boyantes. Los labradores, para el caso, serían funcionarios. Puro circo, vaya. Pero, ¿quién lo paga? ¿O se espera que tanto la propiedad de las tierras como quienes las trabajan se sacrifiquen por gusto? La solución es difícil y no se soluciona con buenos sentimientos.

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