Tribuna:EL NUEVO GOBIERNO ANDALUZ

Andalucismo y Gobierno

Comentábamos en un anterior artículo, sobre la valoración de los resultados de las pasadas elecciones, la presencia de una clara voluntad mayoritaria del electorado andaluz a favor de la continuidad del Gobierno de coalición PSOE-PA, inaugurado en la anterior legislatura. Una voluntad que coincide con el claro espíritu constructivo, de apuesta por la gobernabilidad de Andalucía, que el PA puso en práctica desde la traumática legislatura de la pinza a mediados de los noventa.Tanto la voluntad de los electores, como la apuesta por la gobernabilidad del Partido Andalucista, son factores que p...

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PEDRO PACHECO HERRERA"El PA muy pronto se convirtió en un socio cómodo y disciplinado, que no consiguió cambiar la acción de gobierno"

Comentábamos en un anterior artículo, sobre la valoración de los resultados de las pasadas elecciones, la presencia de una clara voluntad mayoritaria del electorado andaluz a favor de la continuidad del Gobierno de coalición PSOE-PA, inaugurado en la anterior legislatura. Una voluntad que coincide con el claro espíritu constructivo, de apuesta por la gobernabilidad de Andalucía, que el PA puso en práctica desde la traumática legislatura de la pinza a mediados de los noventa.Tanto la voluntad de los electores, como la apuesta por la gobernabilidad del Partido Andalucista, son factores que podemos considerar como estables y bien definidos. Ahora bien, la cuestión consiste en si esta continuidad de la voluntad democrática de los andaluces implica la exigencia de una idéntica continuidad en el modelo de Gobierno de coalición que debe ponerse en marcha. Hay en nuestra opinión una serie de razones que exigen un cambio, y una clara reorientación, en los términos de ese pacto.

El primero de ellos sería el propio transcurso del tiempo: el pacto de coalición de 1996 se firmó a la salida de una traumática legislatura y supuso una absoluta e imprevista novedad en el panorama político andaluz. Perseguía en principio asegurar una estricta gobernabilidad de la Junta, en términos de estabilidad institucional, y se traducía en un reparto más o menos estanco de esferas de poder.

A lo largo de la pasada legislatura se han celebrado diversos debates sobre el estado de la Comunidad, donde el Partido Andalucista ha ido formulando sus reflexiones y su balance sobre la experiencia de esa legislatura. Cuatro años después, debemos aceptar la existencia de una experiencia, de un proceso de aprendizaje, que nos aconsejaría apostar por un mayor dinamismo y una mejor orientación estratégica en la acción de Gobierno de la Junta. Es decir, por hacer de la "gobernabilidad" algo más que la mera estabilidad institucional, asegurando una mayor eficiencia y eficacia de los aparatos públicos en la satisfacción de las necesidades de los andaluces.

El segundo elemento de novedad serían los resultados de las elecciones generales: ni el Partido Popular es ya una mayoría en precario, dependiente de los apoyos de las minorías vasca o catalana, como hace cuatro años; ni el Partido Socialista es ya una organización estable, sino un partido en crisis necesitado de una profunda renovación.

En consecuencia, los términos de conflictividad partidista que presidieron las relaciones entre la Junta de Andalucía y el Gobierno central durante la pasada legislatura, probablemente deberían experimentar una sustancial transformación: algo en lo que los andalucistas llevamos ya mucho tiempo insistiendo, y a la vista de los resultados, cabe afirmar que no nos equivocábamos.

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Pero finalmente, habría un tercer y probablemente más importante elemento de novedad: la propia campaña electoral donde los andaluces han podido conocer, reflexionar y decidir sobre los argumentos que ambos partidos, PSOE y PA, han presentado en torno al balance de la experiencia de gobierno. Decimos que es el argumento más importante porque se trata del que tiene mayor trascendencia democrática para el futuro del Gobierno de Andalucía.

Este primer paso del PA por el gobierno andaluz, podía haber sido aprovechado para su relanzamiento definitivo. No ha sido así. Muy pronto se convirtió en un socio cómodo y disciplinado, que no consiguió cambiar la acción de gobierno, y cuyas aportaciones sustanciales han sido escasas, debido a su incapacidad para aportar ideas nuevas y lanzar un mensaje firme, serio y coherente.

En esta reciente campaña, como candidato del Partido Andalucista he formulado toda una serie de mensajes, con contenidos explícitos ante la eventualidad de una futura nueva coalición: por ejemplo, ha establecido la necesidad de evitar en el futuro la coincidencia en las fechas de las elecciones autonómicas con las generales. Algo de lo que seguramente el presidente Chaves habrá tenido tiempo de arrepentirse.

Del mismo modo, hemos formulado entre otras las siguientes propuestas: la necesidad de enfrentar un proyecto de vertebración social y territorial de Andalucía, que implica la necesidad de reforzar nuestro propio tejido socioinstitucional ante el desafío de la globalización; el proyecto de una reforma de la Administración andaluza orientada a mejorar los sistemas de gestión y a asegurar una mayor eficacia en las políticas públicas; la finalización de la política de enfrentamientos con Madrid que tanto han perjudicado a Andalucía en estos cuatro años.

Asimismo hemos planteado la necesidad de un mayor impulso a las políticas de igualdad, especialmente en lo referente a la mujer; y establecimiento de mecanismos de participación pública de la sociedad andaluza; un mayor control público sobre RTVA; destinar el 0,7% de los presupuestos de la Junta de Andalucía y de sus organismos autónomos a Programas de Desarrollo y Cooperación Internacional con países del tercer mundo.

Sin necesidad de ampliar esta serie de propuestas, lo único que cabe es sorprenderse ante el inexplicable olvido que han sufrido los negociadores andalucistas a la hora de firmar el acuerdo de coalición.

Nos sorprende la ausencia de contenidos que el dúo negociador andalucista ha manejado. Es un acuerdo plano y firmado precipitadamente. Las precipitaciones de unos y otros corren el riesgo de colocar nuevamente a Andalucía como la hermana pobre de la política española.

Ni el presidente Chaves tiene mayor interés en Andalucía que en resolver los problemas de su partido, ni los representantes del aparato andalucista parecen haber demostrado otra preocupación que un precipitado reparto de cargos, conteniendo algún tipo de blindaje a su favor.

Con ello los negociadores andalucistas permiten además, que los intereses privados de carácter especulativo se interfieran en el rumbo histórico del andalucismo. No vayamos a tener ahora una especie de partido scatergorie, como aquel anuncio de la TV, donde el dueño del juego se lo llevaba si no aceptaban su propuesta.

Por mucho que la responsabilidad del Partido Andalucista nos impida repetir episodios de irresponsabilidad y de inestabilidad institucional, sólo cabe afirmar que el futuro de Andalucía y la continuidad de este pacto de gobierno dependerá inexorablemente de los resultados del próximo congreso del Partido Andalucista.

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