El tejido de la solidaridad

En Alcóntar, un pequeño municipio almeriense de 600 habitantes, los inviernos son fríos y la tranquilidad se enreda en las ramas de los chopos espigados que custodian el curso de un riachuelo humilde. La tierra y las faenas del hogar ocupan los quehaceres, mientras el tiempo se desliza sin prisas en un ambiente sereno. Pero desde hace unos meses en el pueblo se escucha un sonido incesante: es el repiqueteo de las agujas de lana con las que un grupo de mujeres tejen su concepto de solidaridad.Las hermanas Encarnación y Rafaela Castaño Domene han perdido la cuenta de los jerséis, chaquetas y buf...

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En Alcóntar, un pequeño municipio almeriense de 600 habitantes, los inviernos son fríos y la tranquilidad se enreda en las ramas de los chopos espigados que custodian el curso de un riachuelo humilde. La tierra y las faenas del hogar ocupan los quehaceres, mientras el tiempo se desliza sin prisas en un ambiente sereno. Pero desde hace unos meses en el pueblo se escucha un sonido incesante: es el repiqueteo de las agujas de lana con las que un grupo de mujeres tejen su concepto de solidaridad.Las hermanas Encarnación y Rafaela Castaño Domene han perdido la cuenta de los jerséis, chaquetas y bufandas que han hecho desde que, allá por septiembre, comenzaron a tricotar con el deseo de que las prendas sirvieran para espantar el frío que sufren muchos niños necesitados en cualquier rincón del globo.

Otras vecinas del pueblo se unieron a la iniciativa solidaria de tejer para niños a los que no conocen pero cuyo sufrimiento comparten. Así, Primitiva Membrive, María Corral, Emilia Navarro, María Lozano y Elisa y María Domene aprovechan cualquier hueco de tiempo libre darle a las agujas. Y por falta de lana no será. Guardan en cajas cientos de ovillos que Lucía Domene fue almacenando conforme se los enviaba un señor de Valencia con el que trabó amistad. "El tenía muchos ovillos y me iba mandando la lana y yo pagaba los portes y le enviaba sellos que él juntaba", explica Lucía.

Las provisiones de lana iban creciendo y las vecinas de Alcóntar decidieron convertir los ovillos en cálidos abrigos infantiles.

A estas mujeres no les importa que su trabajo vaya a parar a un lugar o a otro, pero quieren que las prendas las vistan aquellos pequeños que realmente lo necesiten. " Es la única condición que ponemos, aunque tengamos nosotras que pagar los portes o lo que sea".

Alcóntar está cerca del límite de la provincia con Granada y fue precisamente a Baza, un pueblo granadino próximo, donde enviaron los primeros trabajos que iban realizando. "Lo mandábamos a Cáritas de Baza, pero la ropa no sale de allí y nosotras queremos que vaya a algún país donde haga más falta que en éste", comentan las vecinas, que ya se han puesto en contacto con una organización no gubernamental que trabaja en distintos países por mejorar las condiciones de vida de esos menores que sólo han conocido la sonrisa torcida del destino.

En estos momentos las tejedoras de la solidaridad custodian en sus casas decenas de trabajos de punto ya finalizados que esperan enviar en breve a esos países en los que el frío se hace más afilado cuando se alía con la pobreza.

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No es la primera vez que estas mujeres ayudan en lo que pueden a aquellos que lo necesitan. En distintas ocasiones han colaborado en campañas humanitarias enviando ropas que se quedaron nuevas en el fondo del armario. Pero no era suficiente mandar lo que sobraba y por eso decidieron emplear su tiempo y su experiencia para tejer nuevas prendas que confeccionan alrededor de la mesa camilla.

El tamaño de las bufandas o la talla de los jerséis es tan aleatoria como los colores que mezclan en las prendas, tejidas con la misma espontaneidad con la que surgió la idea de hacer algo por los demás. Pero el fondo altruista es siempre el mismo. "Hay tantas criaturas por ahí pasando frío, sin nada que ponerse...", se lamentan las mujeres mientras se oye el tamborileo de las agujas de tejer con las que libran su particular batalla contra la desigualdad.

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