"¿Quién ha robado la Vía Láctea?"

Sólo la luna brilla en el cielo de Madrid. Eclipsadas por las luces de la ciudad, estrellas como Sirio, Procyon, Espica, Régulo y Arcturo, y las constelaciones de Orión, Leo o Virgo han desaparecido del firmamento. En las noches despejadas, con algo de suerte, resplandecen Júpiter y Venus.La agrupaciones de astrónomos de España iniciaron hace tres años una campaña con el lema "¿Quién ha robado la Vía Láctea?" para exigir un control de la excesiva iluminación de las ciudades, que destruye el paisaje celeste. Algunos Ayuntamientos empiezan a hacerse eco de sus propuestas.

"Somos astrónomo...

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Sólo la luna brilla en el cielo de Madrid. Eclipsadas por las luces de la ciudad, estrellas como Sirio, Procyon, Espica, Régulo y Arcturo, y las constelaciones de Orión, Leo o Virgo han desaparecido del firmamento. En las noches despejadas, con algo de suerte, resplandecen Júpiter y Venus.La agrupaciones de astrónomos de España iniciaron hace tres años una campaña con el lema "¿Quién ha robado la Vía Láctea?" para exigir un control de la excesiva iluminación de las ciudades, que destruye el paisaje celeste. Algunos Ayuntamientos empiezan a hacerse eco de sus propuestas.

"Somos astrónomos. Lo nuestro no son las actividades reivindicativas. Preferiríamos estar a solas, tumbados con un telescopio, mirando los miles de millones de astros que hay en el universo. Pero cada vez hay menos lugares en los que se puedan ver las estrellas", dice Francisco Pujol, presidente de la Agrupación madrileña de Astrónomos.

Las luces de Madrid crean una bóveda de luz de 20 kilómetros de altura y entre 40 y 50 de anchura, visible a 300 kilómetros de distancia. El resplandor de Barcelona, se divisa desde Mallorca, 200 kilómetros al sur. "La intensidad es tal que a 100 kilómetros, en sitios apartados, se proyectan sombras", dice Pujol. "Que se pierda el cielo oscuro es una pena -añade- porque debido a su ubicación geográfica España es un magnífico observatorio astronómico".

La excesiva iluminación supone un gran despilfarro energético y de dinero. Greenpeace, la organización ecologista que es parte de la campaña, calcula que el Ayuntamiento de Madrid malgasta 2.500 millones de pesetas cada año. Las farolas con forma de globo, que lanzan al cielo la mitad de la luz que emiten, son las principales fuentes de contaminación. Su sustitución es sencilla, pero costosa a corto plazo. Reemplazar los 50.000 globos que tiene Madrid, por otros cubiertos en la parte superior, costaría 1.500 millones de pesetas. En enero pasado, este Ayuntamiento aceptó su sustitución. Pero, todo avanza con extrema lentitud. Alfonso Marcos, jefe del Departamento de Alumbrado, reconoce que al ritmo actual, habrá que esperar hasta el año 2.010.

La contaminación lumínica comenzó a ser evidente hace 10 años, "cuando a los políticos les dio por iluminarlo todo. Algunos creían que las luces ahuyentarían a los cacos. Otros, con mentalidad de nuevo rico, pensaron que era un signo de bienestar. Muchas farolas se han colocado para ganar votos", dice Pujol.

La campaña por un cielo oscuro pide, además, mayores restricciones a la iluminación ornamental pública y privada: "En la Gran Vía madrileña, a las tres de la madrugada se puede leer la letra pequeña del periódico". Y piensan llevar a la próxima legislatura una propuesta de Ley del Cielo, similar, aunque más restringida, a la que existe en Las Canarias, que fue elaborada para proteger el observatorio astronómico de las Islas, el mejor de Europa.

El centenar de organizaciones de astrónomos que existen en España reúne a miles de observadores profesionales y amateurs del espacio; la mayoría son turistas del universo que dan paseos nocturnos con un telescopio. Entre las sueños de estas organizaciones está la creación de áreas protegidas, una especie de parques naturales para la observación del espacio sideral, libres de cualquier otro resplandor que no sea el de los luceros de la noche.

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