Tribuna:

Fanfarronada

ADOLF BELTRAN

El artista lucía una sonrisa de oreja a oreja cuando instaló su escultura. Se sentía satisfecho. Gracias a una cacicada de los responsables de Obras Públicas y de Cultura, su enorme pieza escultórica fue colocada por una grúa ante la mismísima fachada del Instituto Valenciano de Arte Moderno (IVAM) con la completa oposición de su director, Juan Manuel Bonet, y sin que hubiera sido consultado el consejo rector, como corresponde legalmente y como resulta razonable en cualquier caso. La satisfacción del artista tenía sin duda un aire agrario de fanfarronada tras el que se esc...

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ADOLF BELTRAN

El artista lucía una sonrisa de oreja a oreja cuando instaló su escultura. Se sentía satisfecho. Gracias a una cacicada de los responsables de Obras Públicas y de Cultura, su enorme pieza escultórica fue colocada por una grúa ante la mismísima fachada del Instituto Valenciano de Arte Moderno (IVAM) con la completa oposición de su director, Juan Manuel Bonet, y sin que hubiera sido consultado el consejo rector, como corresponde legalmente y como resulta razonable en cualquier caso. La satisfacción del artista tenía sin duda un aire agrario de fanfarronada tras el que se esconde la mueca de desdén provinciano de quien se lo permitió. El periódico en el que escribe el actual consejero de Cultura trató de impedir hace unos años, en una de sus agresivas campañas reaccionarias, que se instalara esa obra en una calle del barrio de Velluters porque consideraba horrible la chatarra con la que está hecha. Ahora Manuel Tarancón se la deja al IVAM en la puerta, a modo de desplante: "¿No queríais arte moderno? ¡Pues ahí lo tenéis!". Nada puede visualizar mejor la amenazada situación del museo en el maremágnum de la Administración del PP que esa arbitrariedad practicada en la explanada del IVAM cuya pretensión última es empujar a Bonet a tirar la toalla para que el prestigioso centro artístico internacional sea engullido, por fin, dentro de la centrifugadora que tan desenvueltamente manipula la directora general de casi todo, Consuelo Ciscar. Por lo que se refiere al artista, José Sanleón, nada podía haber hecho peor que tratar de imponerse como emblema urbano del IVAM. Basta con entrar al museo y comparar El esclavo (así se llama la pieza, una vieja chimenea de barco deformada y enrollada en un cable) con cualquiera de las obras de Julio González (por ejemplo, Mujer ante el espejo, de los años treinta) para constatar que el siglo que prácticamente media entre un escultor y otro se convierte en un abismo en lo que atañe al talento y la ejecución. Más allá del oportunismo, en el arte todavía hay criterios, y las fanfarronadas tienen fecha de caducidad.

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