Tribuna:

Las 'llaves' del gobierno

La Tahá de Pitres, en la Alpujarra granadina, es un municipio de costumbres pintorescas. Los cinco pequeños pueblos que lo forman están a mil metros de altitud sobre el nivel del mar, pero sus habitantes quisieron, hace un siglo, tener un puerto y no faltó un político que se lo prometiera y concediera. A sus imaginarios muelles, situados en la plaza de Pitres, se amarran durante las fiestas de verano barcas reales de pesca, con ancla incluida. Los lugareños plantan sardinas en los bancales y no escatiman riegos ni abonos para que crezcan rollizas como calabazas. Y, desde hace un par de años, l...

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La Tahá de Pitres, en la Alpujarra granadina, es un municipio de costumbres pintorescas. Los cinco pequeños pueblos que lo forman están a mil metros de altitud sobre el nivel del mar, pero sus habitantes quisieron, hace un siglo, tener un puerto y no faltó un político que se lo prometiera y concediera. A sus imaginarios muelles, situados en la plaza de Pitres, se amarran durante las fiestas de verano barcas reales de pesca, con ancla incluida. Los lugareños plantan sardinas en los bancales y no escatiman riegos ni abonos para que crezcan rollizas como calabazas. Y, desde hace un par de años, los "bárbaros de Pitres" -como los llamó aquel político- organizan una competición de tiro al plato sin escopeta, con duralex y piedras del mar que no tienen.Con esta carta de presentación, ejemplo del gran sentido del humor de los 1.500 vecinos, el responsable del gobierno del municipio no podía ser un político al uso. José Jesús García, que así se llama el alcalde, es un admirador ferviente de la cultura japonesa. Tanto que en 1982 convenció a su mujer para dejar la Alpujarra e irse allí a vivir juntos, donde tuvieron su primer retoño.

Pero, sobre todo, García es un perseverante practicante del aikido, un arte marcial heredera de las técnicas de lucha de los guerreros samurai. El alcalde de La Tahá de Pitres acaba de convertirse en el tercer andaluz que posee el grado de cuarto dan en este deporte, un nivel que le acredita como maestro. Y es el primero de la región que obtiene el título y el reconocimiento de su maestría en Japón.

García asegura que el aikido es un arte marcial "que persigue la autorrealización personal y espiritual del individuo". Por ello, la filosofía de lucha del aikido es extensible a otros aspectos de la vida como, por ejemplo, la política. Y el alcalde socialista utiliza las técnicas del aikido contra la oposición, "aunque sin nada de violencia", aclara con sorna.

"La gente de mi propio partido me acusa de ser poco duro, de no atacar. Eso es porque aplico la filosofía del aikido a la política, que se basa en el principio de la no disensión: dos no se pelean si uno no quiere. En este arte marcial no existen competiciones deportivas, porque la máxima es no agredir, sólo defenderte", explica.

En aikido, a diferencia de en kárate y otras artes de lucha, rara vez se golpea al atacante. La mayoría de las veces, se espera la acometida del agresor y, aprovechando la fuerza de su envite, se le empuja y se le hace caer o se le inmoviliza mediante una compleja llave.

"En política hago igual, absorbo las ideas y los reproches de la oposición y las vuelvo contra ellos", ironiza García.

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El método le ha dado buen resultado, ya que acaba de iniciar su tercer mandato como alcalde.

García, licenciado en Psicología, imparte clases de aikido en un gimnasio y también ha sido profesor de inglés y japonés, idiomas que domina. En Japón, donde vivió de 1982 a 1985, también se ganó la vida enseñando español.

Volvió a las Alpujarras para que su hijo se criara en un entorno natural, pero en su casa se mantienen costumbres domésticas niponas a la hora de comer o de sentarse en la pequeña habitación que recrea un hogar oriental.

En su retorno trajo consigo también el compromiso de una multinacional japonesa para montar en Pitres una fábrica de confección de zapatillas y trajes de ballet, así como vestuario flamenco. La empresa Chacott Ibérica da trabajo a decenas de personas en el pueblo y el mismo García la dirigió durante años.

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