Tribuna:

Todos a la escuela

Hoy toca levantarse sin demasiadas prisas, ducharse, vestirse, salir a por el periódico y obrar en consecuencia: preparar los sobrecitos y acercarse al colegio electoral; acercarse al "colegio" también con cierta dosis de espíritu escolar, ya que la democracia se aprende sólo mediante el ejercicio.Al final hay ciertas razones para el optimismo: la retórica de la injuria no ha alcanzado en la campaña electoral un grado excesivo, a pesar de que sus inicios fueron lúgubres, pérfidos, sangrientos. Los políticos se han comportado, dentro de sus habituales parámetros dialécticos, con bastante respon...

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Hoy toca levantarse sin demasiadas prisas, ducharse, vestirse, salir a por el periódico y obrar en consecuencia: preparar los sobrecitos y acercarse al colegio electoral; acercarse al "colegio" también con cierta dosis de espíritu escolar, ya que la democracia se aprende sólo mediante el ejercicio.Al final hay ciertas razones para el optimismo: la retórica de la injuria no ha alcanzado en la campaña electoral un grado excesivo, a pesar de que sus inicios fueron lúgubres, pérfidos, sangrientos. Los políticos se han comportado, dentro de sus habituales parámetros dialécticos, con bastante responsabilidad.

Hoy también es un buen día para los militantes de los partidos políticos (esos figurantes del sistema democrático) que ya han dejado de dar vueltas a nuestra geografía arropando a sus líderes, y ejercerán al fin funciones importantes junto a las urnas, garantizando el imparcial devenir de la jornada, controlándose los unos a los otros.

Es un buen día también para los ciudadanos, cuya voz se oirá, de forma rotunda, cuando empiecen los recuentos. Nadie está de sobra en una jornada como la de hoy. Nadie debería estarlo: ni siquiera los que voluntariamente prefieren excluirse del sistema.

El que escribe vive estas jornadas con un incurable optimismo. Siempre lo ha hecho así. Este año, acaso, con una ilusión más íntima, más estimulante: acudirá a las urnas llevando a su hijo de la mano. No es inconveniente ir acostumbrando al muchacho a estos menesteres, aunque de momento sólo le preocupen las galletas, los caramelos, los juegos de su edad.

Habrá que explicarle, con el paso del tiempo, que el sistema es imperfecto, que muchas variables insanas mediatizan el ejercicio del poder, que la aportación de los ciudadanos es a la postre muy pequeña.

Pero que sepa del mismo modo lo importante que resulta esta tarea: acercarse a votar y mirar por el rabillo del ojo a los interventores de los partidos, esos que callan, con el corazón en un puño, con un gesto estremecido, mientras uno revisa su papeleta, como distraídamente, como quien no quiere la cosa, para comprobar que envía al parlamento a los que le parece mejor.

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Hay algo profundamente hermoso en el día de hoy. Y el que escribe quiere que su hijo se acostumbre, con naturalidad, a esta ética (y estética) civil.

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