Tribuna:Elecciones 2000

Todo va a peor

Mucha gente disfruta hoy de dos vidas paralelas: la analógica y la digital. En la primera estamos compuestos de átomos y en la segunda de bits. Los bits no son tan versátiles como los átomos, a cuya organización debemos la existencia de vísceras tan especializadas como el páncreas. En la existencia digital no hay páncreas ni hígado. Tampoco hay hepatitis, aunque no por falta de virus, y todo ocurre en dos dimensiones. Se trata de una realidad lisa por la que deberíamos pagar en consecuencia una tarifa plana. Y en ello estamos. Otra cosa que no todo el mundo sabe es que los bits no nos hacen me...

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Mucha gente disfruta hoy de dos vidas paralelas: la analógica y la digital. En la primera estamos compuestos de átomos y en la segunda de bits. Los bits no son tan versátiles como los átomos, a cuya organización debemos la existencia de vísceras tan especializadas como el páncreas. En la existencia digital no hay páncreas ni hígado. Tampoco hay hepatitis, aunque no por falta de virus, y todo ocurre en dos dimensiones. Se trata de una realidad lisa por la que deberíamos pagar en consecuencia una tarifa plana. Y en ello estamos. Otra cosa que no todo el mundo sabe es que los bits no nos hacen mejores que los átomos: es muy difícil ser un tonto analógico y un listo virtual. O viceversa.Cuando desaparezcamos como individuos analógicos, seguiremos dando vueltas en el universo digital, si hemos tenido la precaución de abrirnos un página. Todavía resulta un poco caro, pero con el tiempo todo el mundo tendrá derecho a esta forma de reencarnación cuyos gastos correrán a cargo de la Seguridad Social, en el caso de que no la hayan cerrado. O sea, que Internet tiene algo de universo sucesivo. Lo más probable es que lo que conocemos hoy como realidad real, o analógica, sea el Internet de otro mundo ya desaparecido. En cada universo sucesivo vamos perdiendo complejidad y ardor de estómago. La evolución carece de otro objetivo que no sea el de sobrevivir para continuar dando la lata.

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Si ustedes se hubieran asomado ayer a la existencia virtual de José María Aznar, habrían visto que el saludo del día venía firmado desde el más allá por Fraga Iribarne. Unas horas antes, curiosamente, Aznar había acusado a los socialistas de no renovar sus caras (el universo digital tampoco nos hace más coherentes). El saludo de su mentor constaba de 30 o 40 líneas en las que no decía nada, como cuando se manifiesta de manera analógica por otra parte. Pero impresionaba esta capacidad de Fraga para sobrevivir a través de los bits después de haber sido abandonado por los átomos. Viendo la soltura con la que mueve sus pixels, pues además de tics autoritarios está lleno de pixels, comprende uno que Fraga siempre tuvo una vocación de vida plana. De hecho, pretendió en su día laminar a media España y era incapaz de dar dos pasos en la existencia tridimensional sin arrancar un teléfono de la pared. En eso, algo hemos ganado.

La campaña de Aznar en la red ha sido especialmente plana también, no sabemos si por vocación propia o por problemas de electroencefalograma. Da la impresión de estar en Internet por una imposición comercial: como para vender más. Después de recorrer la página de manera exhaustiva, le queda a uno la impresión de haber dado vueltas alrededor de una mesa camilla. Yo, de Aznar, habría añadido un brasero virtual, pues las emanaciones digitales por lo visto no matan. O sea, que en la existencia digital también es más difícil suicidarse. Todo va a peor.

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