Dueños de la piedra que vino del cielo

Para los científicos se trata de un meteorito de 15 toneladas que salió del cinturón de asteroides entre Marte y Júpiter, cayó sobre la Tierra hace 10.000 años y quedó posado sobre una colina de West Linn, en el Estado de Oregón. Para los indios clackamas, el aerolito se llama Tomanowos (Persona del Cielo) y es una representación sagrada del aire, la tierra y el agua que les envía mensajes espirituales desde el más allá. El problema para ellos es que el meteorito ahora sí que está más allá: al otro lado del país, en el Museo de Historia Natural de Nueva York.El cuerpo celeste en cuestión ha pa...

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Para los científicos se trata de un meteorito de 15 toneladas que salió del cinturón de asteroides entre Marte y Júpiter, cayó sobre la Tierra hace 10.000 años y quedó posado sobre una colina de West Linn, en el Estado de Oregón. Para los indios clackamas, el aerolito se llama Tomanowos (Persona del Cielo) y es una representación sagrada del aire, la tierra y el agua que les envía mensajes espirituales desde el más allá. El problema para ellos es que el meteorito ahora sí que está más allá: al otro lado del país, en el Museo de Historia Natural de Nueva York.El cuerpo celeste en cuestión ha pasado de las tribus a los tribunales en una demanda federal que se apoya en leyes redactadas para proteger los elementos sagrados de la herencia india. El museo dice que lo único sagrado del meteorito es su capacidad para atraer turistas, y que la piedra se queda donde está.

La batalla judicial entre los indios y los científicos se ha convertido en una confrontación inesperada y seductora entre creencia y ciencia. Su destino final no lo decidirán los hechiceros ni los teóricos, sino los jueces.

La historia del Tomanowos (que el museo denomina asépticamente como "Meteorito Willamette") es la historia viva de EEUU. La masa de roca y metal se estampó en llamas sobre el noroeste del país hace 10 milenios. Un glaciar de la edad de hielo lo deslizó hasta lo alto de una colina situada al sur de Portland, la capital de Oregón. Para la tribu de los indios clackamas el aerolito era la demostración inequívoca de que la verdad está ahí fuera, y lo adoptó como símbolo sagrado de los espíritus exteriores. "Todavía cantamos hoy algunas de las canciones que nos enseñó el meteorito", dice Ryan Heavy Head (Ryan Cabeza Pesada), miembro de la histórica tribu de los pies negros, que ni siquiera se plantea cuál era el sistema empleado por el meteorito para las clases de canto.

Según Cabeza Pesada, durante siglos sus ancestros enviaban a los jóvenes de la tribu a hacer vigilias en torno al meteorito para que recibiesen los mensajes del mundo de los espíritus; el agua de la lluvia que se colaba por los cráteres era agua sagrada para ellos. Otras tribus de la zona construyeron una especie de Camino del Meteorito que conducía a los indios peregrinos hacia la piedra prometida.

Las cosas cambiaron con la llegada del hombre blanco. Los primeros colonos del Estado descubrieron que la zona en torno al meteorito estaba asentada en una suculenta mina de hierro en el valle Willamette. Los indios, conscientes en esa época de que no estaban para negociaciones reivindicativas, aceptaron trasladar su residencia a un lugar cercano a cambio de conseguir una reserva permanente y, fundamentalmente, de seguir vivos. Eso pasó en 1855.

Medio siglo después, un minero se encontró con la piedra y aplicó con sabiduría las normas del mercantilismo que ya caracterizaba a este país en construcción: la metió en su granero, puso una taquilla en la entrada y cobró 25 centavos a quien quisiera verla. El espectáculo se convirtió en un éxito de crítica y público que puso sobre alerta a la empresa minera que poseía esas tierras. Tardaron poco en confiscarlo y vendérselo al mejor postor, William Dodge, que lo compró por 20.600 dólares de la época y lo donó al Museo de Historia Natural de Nueva York. Allí ha estado expuesto desde hace 95 años.

El meteorito es algo más que el elemento primordial de la colección permanente del museo. Durante una renovación reciente se decidió que en lugar de construir una sala para el cuerpo celeste se edificaría todo un planetario en torno a él. El aerolito no se movió de lugar; tan sólo se construyeron unos pilares de refuerzo bajo la superficie en la que se apoya.

Hace unos meses, varios representantes de las tribus de Oregón recorrieron museos de todo el país buscando objetos expoliados a sus antecesores susceptibles de ser recuperados mediante las leyes federales que protegen la cultura india. Cabeza Pesada dice que los directivos del museo se pusieron muy nerviosos cuando pidieron ver el meteorito para hacer algunas fotos. "Tuvimos que recordarles que gozábamos de protección federal", asegura. Finalmente se decidieron a formalizar la reclamación para exigir la devolución de Tomanowos. Ayer, el museo respondió con otra demanda federal que pide la anulación de la primera porque, según ellos, el meteorito "no entra en la definición de objeto sagrado definida por las leyes de repatriación". También matizan que los indios clackamas nunca fueron los dueños del objeto, lo que es una verdad tan cierta como discutible.

Cuando los tribunales cierren el proceso legal -posiblemente dentro de varios años- los clackamas esperan poder volver a reunirse en torno al más extraterrestre de sus símbolos espirituales, sin tener que pasar por taquilla.

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