Cartas al director

Sobre la educación afectivo-sexual

"¿Es posible que algún educador crea que va a eximir a sus alumnos de las atroces inseguridades que asaltan a un adolescente?", se preguntaba Pedro Ugarte en su artículo Educación afectivo-sexual del pasado 23 de enero. Me atrevería a responderle que no, que ni siquiera existe el docente que lo pretenda, y que sólo un individuo sin tema para rellenar su columna de prensa habitual puede tener la desfachatez de tergiversar las pretensiones del programa de Educación Afectivo Sexual, que critica basándose tan sólo en una noticia de prensa y en su calenturienta imaginación. No hay docente que pueda...

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"¿Es posible que algún educador crea que va a eximir a sus alumnos de las atroces inseguridades que asaltan a un adolescente?", se preguntaba Pedro Ugarte en su artículo Educación afectivo-sexual del pasado 23 de enero. Me atrevería a responderle que no, que ni siquiera existe el docente que lo pretenda, y que sólo un individuo sin tema para rellenar su columna de prensa habitual puede tener la desfachatez de tergiversar las pretensiones del programa de Educación Afectivo Sexual, que critica basándose tan sólo en una noticia de prensa y en su calenturienta imaginación. No hay docente que pueda eximir a un adolescente de casi nada, pero ello no implica despreciar la utilidad que puede tener el haber tratado determinados temas en el aula o tener la posibilidad de hacerlo, o contar con alguien a quien recurrir en caso de apuros. Con programa institucional o sin él, siempre hay alumnos, padres y profesores que agradecen la disponibilidad de estos últimos para atender a esas "cuestiones de la vida" que nos escarmientan más o menos según los recursos con que las afrontemos. Fugas de casa, agresiones sexuales, tensiones tremendas con los padres, tópicos dañinos, etc. son moneda común en los institutos, especialmente en las tutorías y departamentos de orientación, aunque no sólo. Con la actitud de Pedro Ugarte, ridiculizando el papel de la afectividad, sexo y demás en la enseñanza, únicamente se jalea al típico profe que no quiere saber sino de su propia erudición, ajeno a las circunstancias vitales de sus alumnos y muy limitado a la hora de comunicarse con ellos. Si Ugarte supiera cuánto abundan las chanzas contra quienes promovemos un mayor atención a las dimensiones emocionales y afectivas en el sistema educativo, no creo que hubiera escrito semejante libelo.-.

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