Tribuna:

Saineteros

JOSÉ LUIS FERRIS

El éxito de ciertas comedias televisivas con mordiente, con capacidad para deformar la realidad y explotar la parodia, responde esencialmente a un factor genético que ignoran hasta los propios guionistas. Me refiero a esa tradición que nuestros comediógrafos más lúcidos cultivaron sin complejo desde el siglo XVI y que alcanzó las cotas más altas con los Pasos de Lope de Rueda, los Entremeses de Cervantes y otras piezas breves de semejante enjundia. Nuestros padres y abuelos, sin ir más lejos, disfrutaron de igual modo con un género teatral que les proporcionó divertimen...

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JOSÉ LUIS FERRIS

El éxito de ciertas comedias televisivas con mordiente, con capacidad para deformar la realidad y explotar la parodia, responde esencialmente a un factor genético que ignoran hasta los propios guionistas. Me refiero a esa tradición que nuestros comediógrafos más lúcidos cultivaron sin complejo desde el siglo XVI y que alcanzó las cotas más altas con los Pasos de Lope de Rueda, los Entremeses de Cervantes y otras piezas breves de semejante enjundia. Nuestros padres y abuelos, sin ir más lejos, disfrutaron de igual modo con un género teatral que les proporcionó divertimento y solaz durante décadas, entre otras cosas porque retrataba con gracia situaciones cómicas de rabiosa proximidad y además venía servido en lengua vernácula, sin ampulosidades ni aditamentos. Hablo, por supuesto, del teatre popular valencià y en concreto del sainete, que revolucionó la actividad escénica de capitales como Valencia y Alicante durante más de cien años.

Un riguroso estudio del Dr. Jaume Lloret ha hecho posible que recuperemos la mirada histórica para entender en su justa medida lo que supuso de verdad este fenómeno teatral. Su libro Cent anys de teatre valencià a Alacant (1854-1962), de reciente aparición, contribuye sin duda a superar los prejuicios que han rodeado a este género cuya importancia social y cultural se ha venido negando deliberadamente. Pese a su modestia, el sainete popular nunca se ha merecido el menosprecio o el olvido de los últimos años, y mucho menos si llegamos a comprender su valor testimonial y sociológico, su indiscutible arraigo para ser con derecho propio el género más fecundo de la literatura valenciana y el que más contribuyó a preservar nuestra lengua en períodos históricos de difícil supervivencia.

Hoy los medios son otros y el público prefiere la televisión a la carta y los efectos especiales. No entraremos en reparos. Pero echo de menos a gente como Ángel Mas o Paco Hernández que a lo largo de cincuenta años derrocharon su talento en los teatros de la capital retratando con chispa la vida cotidiana, parodiando a estos políticos que siguen siendo carne de sainete y razonada materia de risa.

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