Cartas al director

Reconfortada y conmovida

Después de leer el artículo Los únicos al sur del río Manzanares, que el doctor Rufilanchas dedica a su compañero el doctor Luis. Molina, me he sentido a la vez reconfortada y conmovida. Conmovida porque, a pesar de no conocer personalmente al doctor Molina, la semblanza que de él hace su compañero nos lo presenta como alguien muy especial. Se trasluce que Luis Molina era buena gente, era alguien que apostaba, frente a una sociedad en la que tanto tienes, tanto vales, por actitudes poco usuales entre los ganadores: la solidaridad, la amistad, el gusto por vivir cosas valiosas, qu...

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Después de leer el artículo Los únicos al sur del río Manzanares, que el doctor Rufilanchas dedica a su compañero el doctor Luis. Molina, me he sentido a la vez reconfortada y conmovida. Conmovida porque, a pesar de no conocer personalmente al doctor Molina, la semblanza que de él hace su compañero nos lo presenta como alguien muy especial. Se trasluce que Luis Molina era buena gente, era alguien que apostaba, frente a una sociedad en la que tanto tienes, tanto vales, por actitudes poco usuales entre los ganadores: la solidaridad, la amistad, el gusto por vivir cosas valiosas, que disfrutaba con el arte, la música, el amor. . . y, sobre todo, con su trabajo. Y eso, seguramente por encima de criterios económicos, le compensaba de su esfuerzo y dedicación.

Actitudes como éstas no me ha sido difícil reconocer en otros nombres propios de la sanidad pública con los que compartí algunos momentos difíciles (doctor Colás, doctor Yebra, doctora Gorriz. . .) que entendían y, me imagino, seguirán entendiendo la medicina como algo totalmente vocacional (palabra también en desuso en los tiempos que corren). Estos profesionales, sin escatimar tiempo ni esfuerzo, con su trabajo prestigiaban la sanidad pública de este país. Por eso, el homenaje-recuerdo del doctor Rufilanchas a su amigo el doctor Molina también me ha reconfortado, porque mientras existan, y seguro que van a seguir existiendo, seres humanos como él mantendremos la esperanza de que no está todo perdido y que vale la pena seguir pensando y luchando a contracorriente.

No estaría de más que esta sociedad se parase a pensar en cómo es posible asistir sin inmutarse, e incluso con beneplácito, a realidades como las option actions, el pelotazo, al enriquecimiento rápido de verdaderos cabestros, al pago de sumas considerables a mindundis de tres al cuarto, que salen en los medios para contar cosas tan interesantes como su cambio de look o de pareja. . . y, mientras, oculta y malpaga a profesionales que día a día construyen un camino de mejora y progreso. Sé de lo que estoy hablando, porque pertenezco a otro de los colectivos más reconocidos y mejor pagados de este país, el de la enseñanza. —

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