Tribuna

Las contradicciones se resuelven a tiros

La tragedia de ETA consiste en su enajenación fanática: se alejan tanto de la realidad de las sociedades a las que dicen querer salvar, que de teóricos liberadores pasan a ser tiranos y la violencia deja de ser instrumental para convertirse en esencia y fin. Es esta perversa dinámica la que estructura el comunicado en el que ETA anuncia la vuelta a los atentados.A través de su retórica, el mensaje asoma transparente: la organización va a volver a matar porque en este tiempo no ha conseguido todo lo que se había propuesto al dejar de hacerlo. Lo curioso es que, más o menos abiertamente, reconoc...

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La tragedia de ETA consiste en su enajenación fanática: se alejan tanto de la realidad de las sociedades a las que dicen querer salvar, que de teóricos liberadores pasan a ser tiranos y la violencia deja de ser instrumental para convertirse en esencia y fin. Es esta perversa dinámica la que estructura el comunicado en el que ETA anuncia la vuelta a los atentados.A través de su retórica, el mensaje asoma transparente: la organización va a volver a matar porque en este tiempo no ha conseguido todo lo que se había propuesto al dejar de hacerlo. Lo curioso es que, más o menos abiertamente, reconoce que el obstáculo principal para sus objetivos, no está en el "dominio, ocupación y ataques represivos" de España y Francia, sino en la propia sociedad vasca. De la misma forma que el 16 de septiembre de 1998 justificó la tregua, básicamente, en la rectificación hecha por las fuerzas nacionalistas democráticas respecto al Estatuto de Gernika, en el conocido ayer ETA sustenta el regreso a los atentados en la falta de decisión de esas fuerzas para llevar hasta el final el "proceso de construcción nacional" tal como ella lo concibe. No le importa que con su razonamiento esté impugnando la justificación de la violencia, es decir, de su propia existencia. ETA ha mantenido inalterable el principio de que su violencia es una respuesta a la "agresión" del Estado español no ya a sus activistas, sino a ese ente metafísico denominado Euskal Herria, que parece tener voluntad propia al margen de la de los ciudadanos. Sin embargo, al decidir suspender sus atentados, ETA reconoció implícitamente que la opresión que denuncia es subjetiva, virtual, y que no hay impedimentos fácticos para que los vascos puedan avanzar hacia la independencia, si así lo determina una mayoría clara. Recuérdese la ausencia de requerimientos al Gobierno español.

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En consecuencia, el objetivo del retorno a los atentados no sería tanto mover a España y Francia, como lograr una mayor implicación de las "fuerzas de Euskal Herria" en la dirección señalada por ETA. Su violencia, por tanto, es útil contra los vascos, aunque el atentado se cometa en Sevilla. Busca que los no nacionalistas se dobleguen y que los nacionalistas acepten la dirección y los ritmos de la construcción nacional marcados por ETA-HB. ETA parece no darse cuenta de que fue la suspensión de la violencia lo que permitió la colaboración con las formaciones nacionalistas oficializada en Lizarra y que no es coherente afirmar que se ha avanzado desde entonces para anunciar acto seguido que se vuelve a las andadas porque no se ha avanzado lo suficiente.

La explicación quizá sea más sencilla. A lo mejor hay que aceptar que ETA vuelve a las pistolas simplemente porque no se ha planteado en serio dejarlas. Porque la violencia despegada de la realidad cobra autonomía y se convierte en dogma fundacional. Un viejo dirigente mili, falto de argumentos, zanjó la discusión en una asamblea con el principio de que "las contradicciones se resuelven a tiros". Es posible que sus sucesores, ante el impasse que critican en el proceso abierto hace 14 meses, hayan optado por la misma salida. Una salida destructora que conduce a ninguna parte, que va contra el sentido de los tiempos -¿ha dejado de ser Irlanda del Norte una referencia para ETA?- y puede acelerar el propio fin de la organización.

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