Tribuna:

Cultura general

En Madrid no somos nacionalistas; somos simplemente de pueblo, para bien y para mal. También se cobija aquí buen número de apátridas castizos o funcionales a quienes da lo mismo ocho que ochenta; pero no molestan, ni viceversa. Se dan, por tanto, condiciones objetivas para una convivencia razonable de gentes de diverso pelaje y procedencia. Algunos opinan que ahí radica, precisamente, la personalidad de esta Villa que fascina e irrita por igual. Madrid es esencialmente sincrética.Ahora bien, pocos pueblos hay como éste en el mundo donde sus vecinos ignoren tan bochornosamente la historia y mil...

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En Madrid no somos nacionalistas; somos simplemente de pueblo, para bien y para mal. También se cobija aquí buen número de apátridas castizos o funcionales a quienes da lo mismo ocho que ochenta; pero no molestan, ni viceversa. Se dan, por tanto, condiciones objetivas para una convivencia razonable de gentes de diverso pelaje y procedencia. Algunos opinan que ahí radica, precisamente, la personalidad de esta Villa que fascina e irrita por igual. Madrid es esencialmente sincrética.Ahora bien, pocos pueblos hay como éste en el mundo donde sus vecinos ignoren tan bochornosamente la historia y milagros del lugar donde viven. La incultura general es muy brillante, azuzada por los planes de estudio que van relegando progresivamente las letras, el espíritu y el sentimiento mágico de la vida; es decir, el quid de la existencia. Todo ello, combinado con la propensión a los diminutivos, propicia analfabetismo sonrojante en los ciudadanos, incluidos los universitarios (cada vez más especializados en algo y más ignorantes en lo demás).

Aquí se llama Vistillas a un soberano panorama que alucinó a Velázquez. No está mal como detalle de humildad, pero mucha gente lo toma al pie de la letra y piensa que esto es una broma. También se toman a broma a sublimes artistas como Quevedo, Cervantes, Lope o Calderón. Se los toman tan a broma que ni siquiera los leen. Hay universitarios que, acerca de Quevedo, sólo aciertan a decir que fue un inventor de chistes marrones con gafas extrañas. Y otros, que el Siglo de Oro (que en Madrid fue total) fue una temporada en que cualquiera podía hacer pelotazos.

Hay mucho chulapo que larga con fluidez tonterías. Resulta reconfortante que mañana se presente en sociedad una empresa llamada 18 Chulos, dedicada a la producción discográfica. Su primera oferta es un compacto de Javier Krahe. Entre estos chulos, algunos son ilustres: Santiago Segura, Faemino, Wyoming, Pepín Tre, Pablo Carbonell... ¿Por qué no encargan a estos individuos tan competentes la educación de la juventud madrileña?

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