Editorial:

Arzalluz, en Madrid

NO HA habido acercamiento, pero al menos se ha reanudado el diálogo: ése fue el balance coincidente que hicieron ayer Arzalluz y Almunia del primer encuentro mantenido entre los máximos dirigentes del PNV y el PSOE en mucho tiempo. Aunque Arzalluz dijo que se trataba de un encuentro entre viejos amigos, la verdad es que hace dos años recibió el nombramiento de Almunia como secretario general de los socialistas con un artículo en el que se refería a él como "un auténtico jacobino", alguien que "ha sido un claro enemigo, yo diría que visceral, del nacionalismo vasco". Pero poco después le invitó...

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NO HA habido acercamiento, pero al menos se ha reanudado el diálogo: ése fue el balance coincidente que hicieron ayer Arzalluz y Almunia del primer encuentro mantenido entre los máximos dirigentes del PNV y el PSOE en mucho tiempo. Aunque Arzalluz dijo que se trataba de un encuentro entre viejos amigos, la verdad es que hace dos años recibió el nombramiento de Almunia como secretario general de los socialistas con un artículo en el que se refería a él como "un auténtico jacobino", alguien que "ha sido un claro enemigo, yo diría que visceral, del nacionalismo vasco". Pero poco después le invitó a comer en Sabin Etxea, mítica sede nacionalista.Arzalluz insinuó ayer enigmáticamente que pronto podría haber "novedades" en la relación entre ambos partidos, en frase que Almunia interpretó como un pronóstico de cambio de mayoría tras las elecciones de marzo. Si lo hubiera, el PSOE tendría que volver a pactar con los nacionalistas. Ése es uno de los motivos del interés de Almunia en desbloquear la relación con Arzalluz. Otro posible es el de alentar a los sectores del PNV favorables a volver a pactar con el PSOE en ayuntamientos y diputaciones.

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Pero el PNV también necesita romper la incomunicación en que se encuentra con todo el mundo exterior a Lizarra. La continuidad de la tregua descansa en buena medida en la actitud que ETA perciba en el nacionalismo democrático. El PNV y EA han hecho grandes concesiones, incluyendo la de cuestionar la vía autonómica y participar en la Asamblea de electos, alternativa rupturista de HB. Pero los resultados electorales han reafirmado el pluralismo vasco y no permiten aventuras soberanistas. Sólo si consiguieran atraer al campo de Lizarra a los socialistas, especialmente en Navarra, podrían los nacionalistas enmascarar esa insuficiencia y presentar algo que siga alimentando la fantasía de ETA-HB de un avance hacia sus objetivos.

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No es realista pensar que el PSOE vaya a pasarse a Lizarra, pero la campaña electoral puede favorecer desmarques del Gobierno en terrenos como el penitenciario. Almunia insinuó algo en esa dirección, pero dejó claro que una reanudación de la colaboración entre ambos partidos pasa por un regreso del nacionalismo al consenso forjado en torno al estatuto. De momento, que se rompa la incomunicación, aunque sólo sea para constatar divergencias, es positivo.

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