Lista única al Senado

Que la izquierda valenciana presentase una lista única al Senado era una buena idea que, al parecer, no va a cuajar por más que todas las partes llamadas a concertar su voluntad coincidan en la conveniencia de esa entesa. La izquierda indígena está verde todavía. Y es una lástima. No tanto por los resultados electorales que propiciaría esa suma de fuerzas, que también, sino por el adiestramiento que supondría esta aproximación de cara a una convergencia más ambiciosa, o sea el fletamiento de una izquierda en la que conviviesen todas las sensibilidades, que a fin de cuentas son de matiz y de ta...

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Que la izquierda valenciana presentase una lista única al Senado era una buena idea que, al parecer, no va a cuajar por más que todas las partes llamadas a concertar su voluntad coincidan en la conveniencia de esa entesa. La izquierda indígena está verde todavía. Y es una lástima. No tanto por los resultados electorales que propiciaría esa suma de fuerzas, que también, sino por el adiestramiento que supondría esta aproximación de cara a una convergencia más ambiciosa, o sea el fletamiento de una izquierda en la que conviviesen todas las sensibilidades, que a fin de cuentas son de matiz y de talante. En vísperas del milenio deprime constatar que los llamados partidos progresistas siguen anclados en las viejas susceptibilidades, como es, en este caso, la cuestión de los nombres y el patriotismo de las siglas, esa enfermedad infantil de la izquierda. Si pedir generosidad resulta enfático, al menos cabría esperar que el PSPV, EU y Bloc se comportasen con trellat y no frustrasen de nuevo las expectativas de sus clientelas.

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