Tribuna:

Lo que va de ayer a hoy

Los lectores jóvenes de EL PAÍS, e incluso los no tan jóvenes, no vivieron la primera campaña electoral autonómica en Andalucía y no pueden acordarse de lo que fue la participación de los empresarios en la misma. Los que sí la vivimos como adultos es difícil que olvidemos las vallas pagadas por la CEA, en las que aparecía una manzana podrida de la que salía un gusano, con las que la patronal andaluza daba a entender que la manzana socialista acabaría dando entrada en el Gobierno al gusano comunista.Era la primavera de 1982. Todavía la UCD estaba en el poder y, aunque la legislatura acababa en ...

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Los lectores jóvenes de EL PAÍS, e incluso los no tan jóvenes, no vivieron la primera campaña electoral autonómica en Andalucía y no pueden acordarse de lo que fue la participación de los empresarios en la misma. Los que sí la vivimos como adultos es difícil que olvidemos las vallas pagadas por la CEA, en las que aparecía una manzana podrida de la que salía un gusano, con las que la patronal andaluza daba a entender que la manzana socialista acabaría dando entrada en el Gobierno al gusano comunista.Era la primavera de 1982. Todavía la UCD estaba en el poder y, aunque la legislatura acababa en 1983, todo el mundo presentía que se podría producir la disolución anticipada de Las Cortes y la convocatoria de nuevas elecciones, como así ocurrió. De ahí que las elecciones andaluzas fueran consideradas como primarias de las próximas elecciones generales y de ahí también la irrupción empresarial en la campaña, con finalidad inequívoca y agresividad evidente.

El resultado de la campaña no pudo ser más desastroso para la patronal. El PSOE no sólo obtuvo una mayoría "muy" absoluta en las elecciones andaluzas, sino que obtendría también una mayoría del mismo tipo en octubre del mismo año en las elecciones generales.

Como es lógico, una campaña de esa naturaleza no ha vuelto a producirse. La manzana y el gusano han pasado a ser la expresión más gráfica de lo que no debe hacerse en una campaña electoral democrática en un país maduro.

Sin que sepa muy bien por qué, es de lo que me acordé esta semana cuando leí los resultados de la encuesta sobre la intención de voto de los andaluces en las próximas elecciones autonómicas encargada por la CEA al Instituto Opina y dada a conocer por Rafael Álvarez Colunga.

¡Lo que va de ayer a hoy! En 1982, cinco años largos después de iniciada la transición, casi cinco años después de que se hicieran las elecciones constituyentes y tres después de las primeras elecciones legislativas tras la aprobación de la Constitución, todavía se producían en España comportamientos como éste al que acabo de referirme. En los años anteriores habíamos asistido a otros todavía peores, especialmente en el referéndum de ratificación de la iniciativa autonómica del 28-F de 1980.

Afortunadamente, en el día de hoy un comportamiento como éste es sencillamente impensable. Los empresarios han pasado de la agresión al análisis y lo han hecho de la mano de una de las empresas más solventes del país. Basta comparar el pronóstico del Instituto Opina en las elecciones generales de 1996 o en las recientes elecciones catalanas con los de otras empresas del sector, para comprobarlo.

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No deja de resultar, de todas maneras, extraño que sean los empresarios quienes hayan dado a conocer el primer sondeo de esta precampaña sobre proyección de voto. Tal vez hubiera sido mejor que no lo hubieran hecho público.

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