Cartas al director

El muro

Leo en EL PAÍS (10 de octubre de 1999) que se está construyendo un muro en una ciudad de la República Checa para aislar a la comunidad gitana que vive en dicha ciudad del resto de la población. ¡Qué paradoja!, hace unos años, la antigua Checoslovaquia habitaba tras el "telón de acero", un muro económico, ideológico y político que la separaba de Occidente. Hoy, derribados los muros exteriores, están construyendo uno en el interior del país.Con la desintegración de la antigua URSS y la caída del muro de Berlín, se extendió la idea de que había caído el último muro que los hombres habían construi...

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Leo en EL PAÍS (10 de octubre de 1999) que se está construyendo un muro en una ciudad de la República Checa para aislar a la comunidad gitana que vive en dicha ciudad del resto de la población. ¡Qué paradoja!, hace unos años, la antigua Checoslovaquia habitaba tras el "telón de acero", un muro económico, ideológico y político que la separaba de Occidente. Hoy, derribados los muros exteriores, están construyendo uno en el interior del país.Con la desintegración de la antigua URSS y la caída del muro de Berlín, se extendió la idea de que había caído el último muro que los hombres habían construido para separar a unos de otros. Nada más lejos de la realidad. Desde entonces, la construcción de muros (y no sólo de ladrillos) no se ha detenido; particularmente, creo que ha aumentado.

Los muros separan a los pobres de los ricos, a las etnias dominantes de las que no lo son, a unos países de otros, a los inmigrantes de los que deberían recibirlos, a quienes tienen acceso a la educación de quienes están alejados de ello... Tienen forma de alambrada de espinos, de valla metálica electrificada, de pared de hormigón o de ladrillos, de foso lóbrego, de ordenador e incluso los hay invisibles a nuestros ojos, pero cimentados en materiales tan consistentes como el desprecio, la prepotencia, el poder, la incomunicación, la incomprensión, las profundas desigualdades económicas, el egoísmo, la insolidaridad, el racismo...

Las ideas políticas, la religión, la lengua, la etnia de pertenencia, incluso los gustos deportivos también crean muros de distintas texturas y diversas consistencias.

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Hay algunos antídotos contra su levantamiento: el diálogo, la tolerancia, la cooperación, el aprecio de la diversidad, el respeto al vecino, la solidaridad, el sentido común, pero, a pesar de que estas cuestiones consiguen que los muros levantados no sean del todo impermeables, tienen más poder quienes los levantan que quienes quieren derribarlos.

Un muro es siempre un fracaso personal o colectivo, un monumento despreciable forjado por lo peor de nosotros mismos, un ejemplo de la sinrazón y un golpe a la esperanza de lograr un mundo sin fronteras. Hoy hay más muros que nunca; será por eso, permítanme la ironía, por lo que los albañiles son un gremio privilegiado: desconocen el paro y además cobran buenos salarios.- . .

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