Editorial:

La tarea de Guterres

António Guterres y los socialistas se han ganado a pulso la victoria en las elecciones legislativas en Portugal aunque no hayan alcanzado la ansiada mayoría absoluta que les hubiera garantizado total estabilidad. Cuatro años atrás, su Gobierno, en minoría, no parecía duradero, pero ahora los socialistas portugueses lo dominan casi todo: la legislatura, los principales ayuntamientos e incluso la presidencia de la república. Han de gestionar con sumo cuidado este capital.El lado oscuro de estas elecciones ha sido el nivel de abstención más elevado en unas legislativas, nunca registrado en la his...

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António Guterres y los socialistas se han ganado a pulso la victoria en las elecciones legislativas en Portugal aunque no hayan alcanzado la ansiada mayoría absoluta que les hubiera garantizado total estabilidad. Cuatro años atrás, su Gobierno, en minoría, no parecía duradero, pero ahora los socialistas portugueses lo dominan casi todo: la legislatura, los principales ayuntamientos e incluso la presidencia de la república. Han de gestionar con sumo cuidado este capital.El lado oscuro de estas elecciones ha sido el nivel de abstención más elevado en unas legislativas, nunca registrado en la historia democrática portuguesa: el domingo, sólo tres de cada cinco electores acudieron a las urnas. Explicaciones y pretextos puede haber muchos: el cansancio electoral derivado de un exceso de convocatorias, la crisis de la ex colonia portuguesa de Timor Oriental -que ha eclipsado una campaña electoral aburrida- o incluso la depresión psicológica por la muerte de esa gloria que ha sido Amalia Rodrigues. Sea como sea, hay un peligro real de alejamiento de la ciudadanía de la vida política.

Salvo esta mancha, que les ha perjudicado, la victoria de los socialistas de Guterres ha sido rotunda. A falta de contabilizar los cuatro escaños de los emigrantes, los socialistas se han quedado a tres diputados de la mayoría absoluta. Sin duda les ha favorecido la división de los partidos de centro-derecha (liberal y democristiano), enfrascados en la renovación de liderazgo y cuya crisis, previsiblemente, perdurará. La izquierda en general ha subido. La coalición de comunistas y verdes ha obtenido dos escaños más, mientras que los neomarxistas del Bloque de Izquierdas, que compitió por vez primera en junio en las europeas, mete a dos diputados en la Asamblea.

Guterres tiene una oportunidad única de liderar a Portugal hacia la plena modernidad económica y social. Una tarea inmensa. El país ha realizado enormes progresos, pero aún padece de lo que el propio Guterres califica como "atraso estructural" respecto al resto de Europa. La economía portuguesa ha crecido, pero también las bolsas de pobreza y las desigualdades. Mejorar la sanidad pública, impulsar la seguridad social y reformar el sistema impositivo de modo que los ricos paguen impuestos -simplemente eso- son las prioridades que quiere impulsar el próximo Gobierno socialista desde el centro-izquierda.

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Guterres es, hoy por hoy, un líder con un gran crédito en Europa. Esta victoria le reforzará. Debería aprovecharla para abandonar el discurso nacionalista que le ha llevado a vetar la compra del grupo Champalimaud por el español BSCH. Guterres, un dirigente pragmático que ha conducido a su país al euro, no debería permitirse que Bruselas le pusiera en evidencia. Sería incoherente.

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