Crítica:CRÍTICA CANCIÓN

Hermoso espectáculo

Joan Manuel Serrat Plaza de Toros. Valencia, 25 de septiembre de 1999Prometió que volvería al agotar todas las localidades para los dos recitales que ofreció a mediados del pasado mes de diciembre en el Palau de la Música de Valencia, y, fiel a su palabra, así fue. Justo un año después de la aparición de su último trabajo discográfico, Sombras de la China, y tras haber paseado su hermoso y vasto repertorio, casi sin descanso, por los escenarios de América Latina. Volvió, aunque las lluvias vespertinas provocaron serias dudas y temores a más de uno, y triunfó. Así, sin más. Puntual y elegante ...

Suscríbete para seguir leyendo

Lee sin límites

Joan Manuel Serrat Plaza de Toros. Valencia, 25 de septiembre de 1999Prometió que volvería al agotar todas las localidades para los dos recitales que ofreció a mediados del pasado mes de diciembre en el Palau de la Música de Valencia, y, fiel a su palabra, así fue. Justo un año después de la aparición de su último trabajo discográfico, Sombras de la China, y tras haber paseado su hermoso y vasto repertorio, casi sin descanso, por los escenarios de América Latina. Volvió, aunque las lluvias vespertinas provocaron serias dudas y temores a más de uno, y triunfó. Así, sin más. Puntual y elegante como un auténtico caballero, deseado y admirado por un público de todas esas generaciones que antes o después han ido tropezándose con sus canciones por el camino de la vida, arropado por una banda exquisita y cargado con un abultado maletín repleto de partituras inmortales y toneladas de nostalgia. "He traído conmigo algunas canciones que se estiman mucho y que no han querido quedarse en casa. Me siento en la obligación de recomendar a todos los que tengan la sensibilidad pasada de rosca que tomen precauciones", advirtió. Para entonces, ya habían sonado Sombras de la China, Los macarras de la moral y esa preciosa declaración de amor con aroma a bohemia bonaerense y que ha tomado prestada de Luis Cernuda llamada Más que a nadie. Más de lo mismo, vaya, o de lo de siempre. Es decir, una sabrosísima, eso sí, ración de irónica y sentimental cotidianeidad orquestada al más puro estilo Serrat: unos ritmos de influencia latina por aquí y unas atmósferas frágiles y sutilmente envolventes por allá. Y su voz, lo más importante: su voz y sus historias. Sin sobresaltos ni novedades; al fin y al cabo, ya nadie va a exigirle más de lo que, a lo largo de tres largas décadas, tanto y tan bien ha sabido hacer: enormes y hermosísimas canciones. Clásicos de la memoria No fueron, lógicamente, sus páginas más recientes (también se escucharon Princesa, Me gusta todo de tí o Secreta mujer) las que hicieron saltar al público de sus asientos, con los piropos (y lágrimas) a flor de piel. Eso (y los aplausos y ovaciones más entusiastas) se reservó para esa generosa muestra de clásicos de la memoria y el corazón que había anunciado: Paraules d"amor, Mediterráneo -pese al error de unos arreglos instrumentales más recargados de lo necesario-, Fa vint anys que tinc vint anys o Cantares. Encima, no hizo falta insistirle demasiado para arrancarle una propina. Mal hecho (o bien, según se mire); a partir de ahí, hasta cinco veces tuvo que volver a salir al escenario -para completar las dos horas y media de concierto- con Penélope, Fiesta, Son aquellas pequeñas cosas o la desgarradora La saeta convenientemente guardadas hasta el momento oportuno en la chistera. Y así podía haber seguido hasta, por lo menos, el amanecer si de sus fans hubiera dependido. Lo dicho: hermoso espectáculo.

Lo que más afecta es lo que sucede más cerca. Para no perderte nada, suscríbete.
SIGUE LEYENDO

Archivado En