Tribuna:EL DEFENSOR DEL LECTOR

Aromas de vulgaridad

Entre una agudeza inteligente y una vulgaridad puede haber menos de un milímetro. Si la ingeniosidad decide triscar los caminos del sexo, o del erotismo, el riesgo de despeñarse por lo zafio tiende hacia el infinito.El jueves pasado las ediciones de Madrid y Cataluña recogieron una crónica sobre la presentación, en la plaza de toros de Las Ventas de Madrid, del cantante mexicano Luis Miguel.

Ricardo Cantalapiedra, autor del texto, eligió un modo original de tratar el asunto: darle forma de carta a una admiradora del cantante. La misiva comenzaba por referir que la plaza estaba abarrotad...

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Entre una agudeza inteligente y una vulgaridad puede haber menos de un milímetro. Si la ingeniosidad decide triscar los caminos del sexo, o del erotismo, el riesgo de despeñarse por lo zafio tiende hacia el infinito.El jueves pasado las ediciones de Madrid y Cataluña recogieron una crónica sobre la presentación, en la plaza de toros de Las Ventas de Madrid, del cantante mexicano Luis Miguel.

Ricardo Cantalapiedra, autor del texto, eligió un modo original de tratar el asunto: darle forma de carta a una admiradora del cantante. La misiva comenzaba por referir que la plaza estaba abarrotada "con abrumadora dictadura femenina", y sobre esa mayoría y sus actitudes ante el cantante discurría buena parte del texto.

Tan abrumador debió de ser el mujerío que abrumó al propio texto de la crónica, en el que, para abrir boca, se escribió que una concentración masiva de mujeres resulta "sinuosa y procaz", es decir, desvergonzada y atrevida, según el único sentido posible del adjetivo procaz.

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Por si no quedaba clara la procacidad, y aprovechando el recinto taurino que acogía el espectáculo, el crítico afirmó: "No olía a toro, sino a vaca, dicho sea con morboso placer". Una trasposición olfativa capaz de alterar incluso las narices menos habituadas a finezas aromáticas. No es necesario invocar derechos feministas para reprobar este exceso. Basta con atenerse al decoro

Quizá por estar en Las Ventas la crónica, decidió echarse al ruedo y enderezar una faena verdaderamente peligrosa, con un par de paréntesis casi como dos cornadas: "Las corridas (de toros)", y "en la cola (de entrada) una señorita hablaba por el móvil con su maromo".

El crítico asegura que escuchó otra perla refinada del doble sentido más manido y decidió transcribirla. "Manolo, hace mucho calor, estoy caliente". La puntilla de la crónica eran dos jugueteos verbales con el aparatoso comportamiento del cantante Luis Miguel y "el aparato del artista". Hallazgo mucho más sugestivo para un vodevil que para este periódico.

Enrique Tierno Galván publicó en 1961 un agudísimo ensayo titulado Los toros, acontecimiento nacional, en el que resaltaba la influencia de la jerga taurina en el lenguaje erótico.

Habría que tener mucho y buen oficio, en esto del escribir, para enjaretar cualquiera de las expresiones que recogía el texto en una crónica periodística. Sin estrellarse, claro.

El viejo profesor señalaba allí que "es universal la comparación entre el trato con el caballo y el trato con la mujer"; sin embargo, añadía, la traslación de los atributos del toro a los de la mujer, en el lenguaje erótico, "es estrictamente español y, desde luego, notable".

No es posible aquí resumir siquiera la argumentación de Tierno, pero desde luego, no hay el menor atisbo de que la influencia del lenguaje taurino en el habla popular permita escribir que huele a vaca ante una concentración femenina.

Respecto a los paréntesis y a la mención del aparato parece claro que recurrir directamente al chiste manido y grosero, no es burlar normas de corrección pacatas y castrantes -algo muy saludable si se hace con tino-, sino parapetarse en una trinchera inaceptable.

El Libro de Estilo de EL PAÍS es muy tajante en este sentido, aunque se incumpla con alguna frecuencia: "Las expresiones vulgares, obscenas o blasfemas están prohibidas". La vulgaridad de lo que se ha transcrito, a juicio del Defensor, podría servir de ejemplo.

Lancia-Ford (Harrison)

Con cierta frecuencia la publicidad es noticia. El caso más habitual es la presencia de personajes muy populares en el anuncio de determinados productos.El actor Harrison Ford participa en el lanzamiento de un nuevo modelo de Lancia, y el pasado día 12, en la sección Gente, del cuadernillo Domingo, se incluyó esta noticia con un comentario jocoso de Karmentxu Marín en el que, además de bromear con el apellido del actor, puesto al servicio de otra marca de automóviles, se daba la noticia de su papel en la publicidad de un coche determinado haciendo mención expresa al modelo y a la marca.

Sin embargo, en la fotografía que acompañaba al texto se borró la marca que aparecía en el lugar reservado habitualmente para la matrícula.

Luis Serrano, director de Relaciones Externas de Fiat Ibérica, se ha dirigido al Defensor mostrando su desacuerdo por lo que considera una manipulación de la fotografía, y pregunta qué norma, interna o deontológica, justifica lo ocurrido.

Hay que explicar, además, que el periódico pidió la fotografía, y, según Serrano, lo hizo en términos de "primicia y en exclusiva".

Peru Egurbide, redactor jefe de la edición dominical, tomó la decisión de borrar la marca del coche por considerar que suponía publicidad gratuita e innecesaria.

Sin embargo, el Libro de Estilo del periódico prohíbe expresamente "toda manipulación de las fotografías que no sea estrictamente técnica".

Si se decidió que la presencia de Harrison Ford, como anunciante de un coche, era noticia, y si en el texto, como es lógico, se daban los datos concretos que situaban al lector ante el hecho publicitario, no parece lógico suprimir la marca de la matrícula del vehículo. Pudo optarse por no publicar la foto, pero si se hace hay que darla íntegra, con todas las consecuencias. Los lectores pueden escribir al Defensor del Lector por carta o correo electrónico (defensor@elpais.es), o telefonearle al número 91 337 78 36.

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