Historias de miedo en el hotel Iberia

., "Cortaban las cabezas de los niños y jugaban al fútbol con ellas". Después de lo que pasó en Ruanda, Bosnia o Kosovo, el mundo está curado de espanto, pero lo que cuenta la escritora y dramaturga georgiana Tatá Ajalaia, que tuvo que huir de Abjazia en 1993, simboliza, junto a la guerra de Chechenia, el horrendo contenido de la caja de Pandora que abrió la desintegración de la Unión Soviética.Tatá, de 50 años, vive en la habitación del hotel Iberia, que un día fue el orgullo de Tbilisi, pero que hoy se ha convertido en un gigantesco campo de refugiados. Tras cada puerta hay una historia de m...

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., "Cortaban las cabezas de los niños y jugaban al fútbol con ellas". Después de lo que pasó en Ruanda, Bosnia o Kosovo, el mundo está curado de espanto, pero lo que cuenta la escritora y dramaturga georgiana Tatá Ajalaia, que tuvo que huir de Abjazia en 1993, simboliza, junto a la guerra de Chechenia, el horrendo contenido de la caja de Pandora que abrió la desintegración de la Unión Soviética.Tatá, de 50 años, vive en la habitación del hotel Iberia, que un día fue el orgullo de Tbilisi, pero que hoy se ha convertido en un gigantesco campo de refugiados. Tras cada puerta hay una historia de miedo, expolio, muerte, exilio y desesperanza. La de Tatá es una de tantas, pero la ha convertido en materia prima de cuatro libros y 26 obras teatrales, la última de las cuales se acaba de estrenar y tiene un título que no necesita explicaciones: Genocidio.

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Más allá de las tropas rusas de interposición, en territorio de Abjazia -que funciona como una república independiente y celebra en octubre elecciones presidenciales- se escuchan relatos parecidos, pero la dimensión de la tragedia parece menos dramática en el bando de los vencedores. Unos 300.000 georgianos tuvieron que huir de la región. La inmensa mayoría sigue sin poder volver, y han perdido toda esperanza de recuperar lo que dejaron atrás: todo lo que tenían. Georgianos fueron también la mayoría de los muertos por la guerra y la "limpieza étnica".

No hay ningún misterio en el hecho de que los abjazos, que apenas suponían el 17% de la población de Abjazia, ganasen a la mayoría georgiana la guerra que estalló en 1992. No estaban solos. Contaban con el apoyo activo de Rusia, que defendía, en pleno reparto de los despojos de la URSS, importantes intereses estratégicos. Shevardnadze quiso transmutarse en general cuando ni siquiera tenía ejército, pero suerte tuvo de salvar la vida y poder subirse al último avión que despegó de Sujumi.

El conflicto de Abjazia sigue siendo una herida abierta y casi olvidada más allá de las fronteras de la antigua URSS. Además, el Comité Internacional de la Cruz Roja ha elegido Abjazia como uno de los conflictos tipo en los que desarrolla su programa Pueblos en Guerra, bajo el lema Hasta las guerras tienen límites.

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