Tribuna:

Nuevo escenario

JAVIER UGARTE Algo pasa en el País Vasco y nadie sabe lo que es, parecía decirnos Xabier Arzalluz el pasado día tras presidir en San Sebastián la reunión de verano del Euskadi Buru Batzar. Bueno, más concretamente, decía que sin duda algo pasaba y, emulando a Perogrullo, que no sabía exactamente en qué marco nos hallábamos, pero que sin duda nos hallábamos en él, arrimando con ello el ascua a su sardina de Lizarra. El "nuevo marco", el "proceso en que se halla inserta Euskal Herria y que nadie parará", el "nuevo escenario"...; palabras y más palabras de los Egibar, Permach y compañía para env...

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JAVIER UGARTE Algo pasa en el País Vasco y nadie sabe lo que es, parecía decirnos Xabier Arzalluz el pasado día tras presidir en San Sebastián la reunión de verano del Euskadi Buru Batzar. Bueno, más concretamente, decía que sin duda algo pasaba y, emulando a Perogrullo, que no sabía exactamente en qué marco nos hallábamos, pero que sin duda nos hallábamos en él, arrimando con ello el ascua a su sardina de Lizarra. El "nuevo marco", el "proceso en que se halla inserta Euskal Herria y que nadie parará", el "nuevo escenario"...; palabras y más palabras de los Egibar, Permach y compañía para envolver la idea de Lizarra: nueva territorialidad y cambio del marco institucional (ya nos anuncian grandes fastos para septiembre, asamblea de electos, nueva declaración de Lizarra con que conmemorar el primer año triunfal de la coalición). ¿Pasa algo en el País Vasco? ¿Existe un "nuevo escenario en Euskal Herria"? Sin duda, sí; algo pasa en el País Vasco, algo está cambiando y resulta tremendamente ilusionante que así ocurra, por emplear las palabras del lehendakari. Pero lo que ocurre no va precisamente en la dirección que proclaman los voceros de la coalición. Para entendernos, no arranca del 12 de septiembre del año pasado sino del día 16. No arranca de la firma del acuerdo de Lizarra, sino de la declaración de tregua por parte de ETA (no entro aquí en si una trajo la otra, que son asuntos de interés, pero que nos llevarían a otra argumentación; nos llevaría a julio de 1997, y demás). No se asocia, como prefieren los del "escenario", a la genealogía que va de Lizarra a la asamblea de municipios y al acuerdo de legislatura PNV-EA-EH, sino que arranca con la tregua y sigue con la sensación de que el terror es al fin cosa del oscuro pasado; con la sensación placentera de vivir como si ETA ya no existiera y la kale borroka hubiera cerrado por derribo. Pasa eso; pasa que la vida y la normalidad se abren paso y se apoderan con fuerza de nuestras calles. No hay más que recorrerlas estos días. La animación que se observa en ellas es nueva, la gente se encuentra más, llena los bares y las cervecerías, los parques y museos, y comenta con satisfacción la gran cantidad de guiris que se ven precisamente este año. Hay quien se acerca a la Quincena a escuchar música de cámara o prefiere la euforia festiva, quien trasnocha placenteramente (a pesar del mal tiempo), quien hace nuevos proyectos en la mesa de la cafetería o sueña con una Euskadi unificada e independiente para el dos mil y pico, quien acude al Festival Pop-Rock o a Araia a ver teatro de humor. Como siempre, por lo demás; pero ahora se nota especialmente, se exterioriza sin reserva, con la fruición y el alborozo algo ingenuo del primer entusiasmo. Y cuando la vida marcha por ahí, cuando parece que la piel social se regenera quitándose de encima la costra del terror y la bronca callejera, llegan de nuevo noticias del pasado oscuro que están ocurriendo ahora mismo. Llega la noticia de que una concejal ha sido agredida en Donostia, de que un policía municipal se encuentra malherido tras una brutal paliza o de que el negocio de cierto cargo público ha sido quemado o apedreado. En esas circunstancias, la tentación de mirar para el otro lado es tremenda; hay un rechazo casi físico a volver sobre ello. Claro que, si se hiciera esto, el cáncer de la intolerancia y la violencia injustificada se expandiría de nuevo. Hay que volver, como en el pasado, a combatir a la bestia. Pero, ¿quién lo hará haciéndose eco del nuevo impulso vital de la sociedad vasca?; ¿quién representará ese sentir en el ágora público? Los partidos parecen de nuevo enganchados en una nueva trifulca, esta vez a paraguazos; los sindicatos y organizaciones sociales están tras los partidos (o delante de ellos, como en el caso de ELA); las organizaciones civiles (Gesto por la Paz) están enfrascadas también en la "resolución del conflicto" a través de la reclamación del acercamiento de presos (reivindicación que también uno asume). ¿Quién se hará eco de la nueva sensibilidad en la escena pública vasca?

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