Pájaros

El bullicioso mundo de los pájaros es en andaluz una fuente inagotable de sorpresas. Raro será el nombre castellano y, dentro de lo propio, la variedad llega a antojarse infinita. Son muchos los casos de polifonía derivada, como el de la hermosa oropéndola (bella como su nombre): gurupéndola (Arroyomolinos, Huelva), goripéndola (Carmona, Sevilla), péndola (Santiago de Calatrava, Jaén), oripéndola (Peal de Becerro), repíndola (Ardales, Málaga), jurupéndola (Colomera, Granada). Respetuoso a medias con Castilla es el jilguero, que se escapa en todo el oriente como colorín. Entre las fuentes disid...

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El bullicioso mundo de los pájaros es en andaluz una fuente inagotable de sorpresas. Raro será el nombre castellano y, dentro de lo propio, la variedad llega a antojarse infinita. Son muchos los casos de polifonía derivada, como el de la hermosa oropéndola (bella como su nombre): gurupéndola (Arroyomolinos, Huelva), goripéndola (Carmona, Sevilla), péndola (Santiago de Calatrava, Jaén), oripéndola (Peal de Becerro), repíndola (Ardales, Málaga), jurupéndola (Colomera, Granada). Respetuoso a medias con Castilla es el jilguero, que se escapa en todo el oriente como colorín. Entre las fuentes disidencias nos encontramos con la pipita (lavandera o aguzanieves), protagonista del famoso y desesperante cuento de la buena pipa; transformada en la simpática pajarica de las nieves de casi todo el Oriente, con un extraño intermedio tifita, o fifita, en puntos de Córdoba y Noreste de Málaga. Rebelde al chotacabras es la zumaya, cantarina estival de abolengo mozárabe, bajo un pintoresco engañapastores en buena parte del Oriente. (Como ven, el Este andaluz es muy aficionado a los nombres expresivos). Cantores de tierra son la alondra (a veces londra) y sus parientes: la terrera, la calandria (alondra real, o londra riá, Málaga); la vivaz cogujada que cruza las carreteras, multiplicada en muchas cotolía, cutulía (Huelva norte), alguna vejeta en Córdoba, además de interminables adaptaciones fonéticas: cogujá, cugujá, cocujá, cujá; tan parecidos son morfológicamente los miembros de esta gran familia que provocan toda suerte de confusiones en los informantes, para desesperación de ornitólogos y dialectólogos. Ocurre también con aviones y vencejos, en promiscua algarabía nominal. Pero quizás el caso de mayor onomasiología es el de nuestro veraneante de invierno, el petirrojo: pimentero, sinsote, tontito, jamal, al Noroeste; pechuguito, carranco, rojito, por Sevilla; pichorrubio, chinchín, colorao, en Cádiz; cagachín, Málaga; cañamero, Jaén; pichicolorao en Almería. Otras dicotomías hay Occidente/Oriente, como cernícalo/avilanejo, con paso fronterizo en primilla, y alguna aguililla en Málaga, de donde el sentido figurado que se aplica a personas perspicaces. La famosa expresividad andaluza otorga a otras aves denominaciones familiares y afectivas: gallito de campo será el arrendajo en Huelva Norte; pero el mismo nombre servirá para la abubilla en Casas Viejas (Cádiz); gallito de marzo es esta misma de los abanicos voladores por Algeciras, y gallico por Balerna, Almería. Carlos Segovia, ornitólogo de Andalus, me acaba de pasar dos joyas de Aroche: engatinador (agatinador) y rabito hecho ascuas, colirrojo tizón. En fin, que no parece este mundo de los pájaros sino metáfora general del andaluz, en su libre escapada de la norma de Castilla.

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