Jornal de agosto

La tripulación de la fuente cibernética

Los efectos de luces y sonido en el agua del parque Juan Carlos I llevan detrás el trabajo de ocho personas durante varios meses

Una nave espacial se alza imponente sobre la fuente cibernética del parque de Juan Carlos I. Mientras chorros y abanicos de agua se abren y cierran, giran, suben y bajan teñidos de mil colores al ritmo de la melodía, una experta tripulación maneja los mandos de la nave dibujada en la oscuridad con brillante neón, que parece a punto de despegar, o aterrizar, detrás del baile que se marca el agua. Son los técnicos que controlan el funcionamiento, de jueves a domingo a partir de las 22.30, de la fuente cibernética. La nave ficticia no es otra cosa que la caseta de mandos de los expertos, encarama...

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Una nave espacial se alza imponente sobre la fuente cibernética del parque de Juan Carlos I. Mientras chorros y abanicos de agua se abren y cierran, giran, suben y bajan teñidos de mil colores al ritmo de la melodía, una experta tripulación maneja los mandos de la nave dibujada en la oscuridad con brillante neón, que parece a punto de despegar, o aterrizar, detrás del baile que se marca el agua. Son los técnicos que controlan el funcionamiento, de jueves a domingo a partir de las 22.30, de la fuente cibernética. La nave ficticia no es otra cosa que la caseta de mandos de los expertos, encaramada en una loma de césped detrás de la fuente.Este espectáculo, que brota en las noches de verano desde hace cuatro años en el auditorio de este parque (metro Campo de las Naciones y autobús 122 de la EMT), nace, sin embargo, en lo más crudo del invierno. En enero, el director artístico comienza a diseñar el argumento y a buscar las músicas para los cuatro nuevos montajes que se estrenarán en junio, como explica Raquel Ruiz, de 41 años, responsable del parque y que también colabora en el diseño del espectáculo.

Poco después, un músico se encarga de ir programando en el ordenador la coreografía que bailarán los chorros de agua. En cuanto comienza abril, llegan las noches en vela: Raquel, el director y el músico se reúnen con los cuatro técnicos y el encargado del mantenimiento de la fuente y aprovechan hasta el último minuto de oscuridad para probar, una y otra vez, los efectos diseñados. "Hasta que queda de forma que nos guste mucho a todos", asegura Raquel, que en esos días sube y baja por la loma para comprobar una y otra vez cómo se ve desde donde se sienta el público.

Porque es la reacción de la gente lo que más interesa a todos después de tanto trabajo. "Nada más salir los chorros, ya aplauden", se alegra José Manuel González, de 33 años, técnico del láser y responsable del directo. "El primer día estamos muy nerviosos, y es estupendo ver cómo conecta la gente con lo que queremos expresar", describe este hombre que, si los efectos preprogramados fallan (pocas veces) a pesar de los cinco ordenadores, se lanza sobre tres teclados para hacer bailar el agua con sus dedos. Antonio Ortiz, de 35 años, técnico de uno de los telescan (aparato que da efecto de movimiento a imágenes fijas), trabaja este año en la fuente por primera vez y lleva todo el verano diciendo a familia y amigos que se acerquen a verlo. Para Juan Hernández, de 54, un encargado del mantenimiento que se moja "de verdad" cada día, la fuente es su "segundo hijo". Un hijo que da satisfacciones: "A veces el tiempo es horrible, o falla algo, y la gente tiene que esperar; sin embargo, el público nunca falla". "Cuando más se emocionan es con la canción Imagine, de John Lennon", describen Miguel Robles, de 31, técnico de hardware (se encarga de dar vida a los efectos diseñados por ordenador), y su hermano Juan Antonio, de 32, su ayudante. "Los días del final de la guerra de Kosovo fue muy fuerte: miles de personas en silencio, que estallaban en aplausos cuando Lennon canta que vivamos en paz", recuerdan.

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