Editorial:

No es eso

Para que formaciones como la creada por Gil alcancen sus objetivos necesitan de la torpeza de los partidos tradicionales. Que se enzarcen entre sí, a poder ser por motivos incomprensibles para la mayoría, y que se produzca mucho ruido. El padre de la idea podrá abrir los brazos como los abogados de las películas y decir: "Señores del jurado, no haré más preguntas; queda demostrado que todo es sucia politiquería".Si el GIL pudo ganar en Ceuta y Melilla fue porque los partidos mayoritarios no consiguieron contener el deterioro de esas dos ciudades. Su mensaje populista ofrece seguridad ciudadana...

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Para que formaciones como la creada por Gil alcancen sus objetivos necesitan de la torpeza de los partidos tradicionales. Que se enzarcen entre sí, a poder ser por motivos incomprensibles para la mayoría, y que se produzca mucho ruido. El padre de la idea podrá abrir los brazos como los abogados de las películas y decir: "Señores del jurado, no haré más preguntas; queda demostrado que todo es sucia politiquería".Si el GIL pudo ganar en Ceuta y Melilla fue porque los partidos mayoritarios no consiguieron contener el deterioro de esas dos ciudades. Su mensaje populista ofrece seguridad ciudadana, por los medios que sea, al electorado conservador; y dinero fácil -"hacer de Ceuta un Hong Kong"- a los más desfavorecidos. Eso explica que el PSOE haya pasado de 12 a 2 escaños en Ceuta, y el PP, de 12 a 5 en Melilla. Aunque resulte algo forzado, es lógico el intento de ambos partidos por evitar que el GIL gobierne en ambas ciudades. Entre otras cosas, para evitar que los escándalos asociados al gilismo sean utilizados por Marruecos para cargarse de razón respecto a su argumento de que el estatuto actual de esos enclaves españoles en su territorio es "insostenible".

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Esto último ya ha ocurrido. Rasgarse las vestiduras por la injerencia del primer ministro marroquí revela hipocresía. ¿Qué esperaban? La cosa, por supuesto, puede ir a peor. Por ejemplo, si alguien del Gobierno, pongamos que un vicepresidente, acusa a los socialistas de estar favoreciendo deliberadamente, con el truco de los tránsfugas, al GIL; porque quieren potenciar "un partido de extrema derecha que quite votos al PP". Pero eso también ha ocurrido.

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Los socialistas cargan con una fuerte responsabilidad en este asunto, pero es ligeramente paranoico ver en la actitud de las dos diputadas tránsfugas de ese partido una maniobra teledirigida por Felipe González. Y, desde luego, no parece que elevar un grado más la tensión entre los dos grandes partidos nacionales sea la manera más inteligente de segar la hierba bajo los pies del GIL y quien lo inventó.

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