Tribuna:

Cine de cera

MIGUEL ÁNGEL VILLENA La reciente presentación de la próxima Mostra de Cine fue un auténtico recorrido por el túnel del tiempo. Viejas glorias como los actores José Luis López Vázquez, Amparo Soler Leal y Luis Ciges, escritores del Paleolítico superior como Fernando Vizcaíno Casas o humoristas rancios como Chumi Chúmez, entre otros, inundaron los jardines de Monforte de ese aire inconfundible de las películas españolas que se proyectan los sábados por la tarde en TVE y que pretenden demostrar que cualquier tiempo pasado fue mejor. Como si la cultura siguiera anclada en plena posguerra, Rita Ba...

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MIGUEL ÁNGEL VILLENA La reciente presentación de la próxima Mostra de Cine fue un auténtico recorrido por el túnel del tiempo. Viejas glorias como los actores José Luis López Vázquez, Amparo Soler Leal y Luis Ciges, escritores del Paleolítico superior como Fernando Vizcaíno Casas o humoristas rancios como Chumi Chúmez, entre otros, inundaron los jardines de Monforte de ese aire inconfundible de las películas españolas que se proyectan los sábados por la tarde en TVE y que pretenden demostrar que cualquier tiempo pasado fue mejor. Como si la cultura siguiera anclada en plena posguerra, Rita Barberá evocó, ¡cómo no! las películas de Cifesa, al tiempo que hablaba de colocar a Valencia en "la vanguardia del cine español". Sin comentarios. Ahora bien, hay que reconocer que la alcaldesa de la capital y su política cultural no engañan a nadie. De este modo, la puesta en escena para presentar la vigésima edición de la Mostra de Valencia Cinema del Mediterrani proyectó el vivo retrato de un certamen que ya no responde a ninguno de sus objetivos iniciales. Nacida con los compases del primer ayuntamiento democrático, la Mostra intentó impulsar el papel de Valencia como foco de debate de las culturas que se dan cita en el Mediterráneo. Con unos presupuestos económicos muy limitados y sujeta a los vaivenes políticos de la época, la Mostra consiguió, pese a todo, abrirse un espacio entre los festivales de cine españoles. Sin aspirar a sueños de grandeza de emular a San Sebastián o a Valladolid y alentada por la excepcional afición de los valencianos por el cine, la Mostra descubrió cinematografías como la yugoslava de antes de las guerras o desconocidas producciones del norte de África. Mesas redondas, ediciones de libros y programas modestos, pero interesantes, lograron un reconocimiento nacional e internacional para la Mostra. Hoy en día, el certamen se cuece en una salsa provinciana que no tiene repercusión más allá de los límites de L"Horta. En apenas unos años, el equipo de Rita Barberá ha convertido la Mostra en un museo de cera.

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