Un barrio de película

La madre abroncó a la hija cuando los policías le dijeron que había robado champú y ropa interior en el hipermercado. "Con el hambre que pasamos y tú te pones a afanar caprichos en vez de comida", la reprendió. El humor, utilizado como válvula de escape contra la marginalidad, el desempleo, el desgarro familiar y la falta de expectativas, preside muchas escenas de La Tarara del Chapao. El filme que se está rodando estos días en el barrio de La Coma, en Paterna (Valencia), está inspirado en las vivencias de sus 7.000 vecinos y narra con gracejo cómo se las ingenian para salir adelante en una b...

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La madre abroncó a la hija cuando los policías le dijeron que había robado champú y ropa interior en el hipermercado. "Con el hambre que pasamos y tú te pones a afanar caprichos en vez de comida", la reprendió. El humor, utilizado como válvula de escape contra la marginalidad, el desempleo, el desgarro familiar y la falta de expectativas, preside muchas escenas de La Tarara del Chapao. El filme que se está rodando estos días en el barrio de La Coma, en Paterna (Valencia), está inspirado en las vivencias de sus 7.000 vecinos y narra con gracejo cómo se las ingenian para salir adelante en una barriada que ofrece tan pocas oportunidades que sus habitantes se sienten chapaos. Como en un islote de viviendas sociales aislado del resto del mundo por descampados y autovías. La película está basada en la obra de teatro El Chapao, del dramaturgo Carles Pons, que falleció la pasada primavera. Uno de los coguionistas, Toni Canet, presenció una representación en la plaza de la Virgen de Valencia y se quedó maravillado: los actores, vecinos del barrio, exponían con crudeza sus ásperas biografías ("Mi padre es alcohólico", "no hay trabajo, sólo drogas", "mi madre se ha ido con el vecino..."). Pero Enrique Navarro, el director de esta película, apostó por tratar los problemas sociales con mordacidad y se puso en contacto con un experto en estas lides, el guionista argentino Jorge Goldenberg, que colaboró en la película La estrategia del caracol, y le pidió ayuda para darle una pátina de humor a estas historias de precariedad y marginación. Historias basadas en hechos reales como la de una persona que sufrió un infarto y, como los hospitales y ambulancias no tomaron en serio la llamada de auxilio, los vecinos lo bajaron por las escaleras en un sofá y lograron que un coche patrulla lo llevara a un hospital. El rodaje ha levantado una gran expectación en el barrio. Decenas de vecinos se apiñan tras las cámaras y los focos, y ejercen de críticos. Que si esos actores de uniforme no tienen pinta de maderos, que si un gitano nunca blasfemaría de esa forma... Pero la aportación de La Coma a la película no se queda en el escenario y las vivencias. Hasta 200 vecinos participan como extras en el filme, incluida la banda infantil de cornetas y tambores, y dos niños que chupan cámara en numerosas escenas. Cada día de rodaje se llevan mil duros y un bocadillo. Una de las actrices, Bibí Alba, se muestra encantada de trabajar en La Coma, aunque reconoce que estaba asustada. "Tenía la imagen de que no se podía ni ir por la calle y al llegar vi que era otra cosa", admite. En cambio, muchos vecinos, como Maribel Alcalde, se quejan de que la película refleja cómo era La Coma hace una década, en la época dura de los traficantes, los burros en las fincas y las reyertas. Imágenes que pululan por el filme y que, en opinión de la coordinadora del barrio, "alimentan la leyenda negra de La Coma". En una semana de rodaje, al director se le ha pegado el ingenio del barrio para subsistir. Como la película tiene un presupuesto tan bajo (80 millones) que no da para pagar derechos de autor, Navarro decidió que la banda de cornetas y tambores desfilara tocando los acordes del himno nacional.

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